lunes, 17 de mayo de 2010

LA SOLEDAD DE LAS MADRES

Cuando leí unas palabras de un chico, hijo adoptado, explicando que su madre biológica lo dejó a los pocos días de nacer, enfermo y desnutrido, en el hospital donde nació, me vinieron a la cabeza mis primeros días con mi hijo (el mayor) en casa. Fueron días intensos, muy intensos, donde sentimientos de felicidad, agotamiento, dolor y agradecimiento se mezclaron con una fuerza inusitada. Al menos en mi caso - y supongo que en la gran mayoría donde el hijo es muy, muy deseado- el sentimiento de felicidad es evidente y todo el mundo espera que predomine sobre todos los demás: por fin tienes a tu hijo sano y salvo en tus brazos. Pero si bien sabes que “eres” muy feliz, no siempre te “sientes” tan feliz, porque esos primeros días son terriblemente difíciles. El agotamiento y el dolor se hacen fácilmente dueños de la situación.

La falta de sueño puede ser determinante. Una persona que no duerme casi nada y encima lo poco que duerme no lo duerme bien, no puede funcionar. La nueva mamá no sólo suele dormir poco, lo peor es que le despiertan cada x horas (o minutos) de manera impredecible. Eso hace que no acabes nunca de dormir bien, siempre alerta para ver cuando suena esa sirenita que sale del capazo reclamando comida o brazos. Y el dolor… Ay el dolor! Y eso que lo mío fue un parto vaginal y sin episiotomía, con lo que me ahorré una gran parte de los dolores típicos del postparto. Pero uno si lo sentí con especial intensidad: el del bebé mal prendido al pecho. Cada vez que mi hijo se me enganchaba sentía como si me estuvieran clavando agujas en el pezón. Era terrible. Y cuando el asunto derivó en grietas se hizo casi insoportable. Todo ello, acompañado de un bebé que como no mamaba bien, no quedaba satisfecho y lloraba, mientras yo esperaba las -mal aconsejadas- dos horas entre mamadas, convirtieron la lactancia en un infierno que acabó, como no, en mi primera mastitis a los diez días de parir;: 40 de fiebre y un pecho como un tomate maduro hirviendo a fuego lento. Recuerdo las lagrimas de rabia, de impotencia y de desesperación. Cuando leí las palabras de ese muchacho vinieron a mi cabeza esos momentos en los que tumbada boca arriba en la cama, con la teta envuelta en paños fríos y oyendo a mi niño llorar de hambre, escondía la cara en la almohada y lloraba como hacía años que no había llorado. No era una buena madre, no era una buena madre y no era una buena madre. Nos hundíamos.

Pero no nos hundimos. Yo tenía toda una tripulación cuidando de mi hijo y de mí. Tenía a mis padres y a mi marido. Si bien los tres trabajaron como locos todos esos días intentando que no nos fuéramos a pique, hubo una persona que cargó con todo el peso de la situación y que con su experiencia y sobretodo su portentoso amor por nosotros, fue capaz de capear el temporal y sostener el barco hasta que calmaron las aguas. Ese Capitán fue mi madre. No se que hubiera hecho sin ella. Ella fue el regazo donde mi pequeño podía tranquilizarse cuando yo era incapaz de aguantarle llorando un minuto más. Y el regazo donde yo me cobijé y me sentí segura de nuevo, como de bebé, a pesar de todo lo que se me venía encima con la crianza de mi hijo. Ella fue también la que aguantó estoicamente las descargas de mi desesperación por no ser capaz de atender a mi hijo como él necesitaba. Le grité, le lloré, la abracé y le volví a gritar. Y allí siguió ella, con un bebé en un brazo, una escoba en el otro y mientras tanto vigilando el fuego de mi frente y de mi corazón. Mis dos hombres (mi marido y mi padre) se movían como grumetes obedeciendo sus órdenes: a hacer la compra, echar una mano en casa… y lo que hiciera falta. Pero vi como huían de mi sufrimiento. Eso preferían no verlo. En cambio ella se enfrentaba a él para calmarme, apoyarme y animarme. No se como hubiéramos sobrevivido mi pequeño y yo esos días sin ella.

Ante las palabras de aquel muchacho, al venirme a la mente estos recuerdos, pensé que lo que probablemente había ahí no era una madre desinteresada de su bebe (como las palabras “enfermo y desnutrido” dan a entender) sino una madre desesperada y SOLA. En soledad es casi imposible superar esos días. Si ella no tuvo a alguien en que apoyarse, alguien que le ayudara, entonces hizo lo único que podía hacer: dejar a su hijo donde pudieran hacerse cargo de él. Ella SOLA no podía.

Los seres humanos somos seres gregarios y necesitamos los unos de los otros para sobrevivir. Esto es especialmente importante en lo que concierne a la maternidad. La nueva madre necesita de la ayuda de los demás miembros de su familia para poder ocuparse de su bebé. Ante la maternidad, de repente, una mujer adulta e independiente se convierte en una persona dependiente. Y de que forma. De que alguien se ocupe de sostener a este binomio madre/hijo va a depender la capacidad de esta mujer de ser una buena madre y atender a su hijo como él lo necesita. En el pasado, y todavía en muchas culturas, la nueva madre tenía toda una red de madres, abuelas, tías y hermanas que le apoyaban, le ayudaban y le enseñaban (a dar de mamar, a atender al niño, a atenderse ella…).  Hoy en día, en nuestra sociedad de familias nucleares, muchas nuevas madres están demasiado solas. Incluso aunque tengan un compañero, no es suficiente. Y esto incluso en los casos más “normales”, donde el hijo es esperado y deseado y donde es una pareja la que ha tenido el bebé, y no una mujer sola. Si a esto añadimos que algunas nuevas madres viven esta situación ante el desprecio, el desinterés y la vergüenza de los que más deberían apoyarla, la situación se hace insostenible y desemboca en abandono.

Es terrible pensar en todas estas madres que han tenido que renunciar a sus hijos porque están SOLAS. Los padres de sus hijos se desentienden, sus familias las ignoran y la sociedad las desprecia. Es terrible que esta sociedad sea capaz de convertir un embarazo en una vergüenza. Un embarazo siempre debería ser motivo de orgullo, incluso el no deseado. Y si no, que se lo digan a todas esas mujeres que darían su vida por poder quedarse embarazadas. Una nueva madre siempre debería sentirse arropada y querida. Y la madre biológica que decide ceder a su bebé debería hacerlo siempre por motivos diferentes a la soledad y la falta de apoyo. Y por supuesto debería ser siempre respetada y valorada: Ha traído un hijo al mundo y sólo por eso se merece el respeto y no desprecio. Una pareja va a tener un hijo gracias a ella, gracias a su respeto por la vida de su hijo.

Mi madre hizo de “red femenina de apoyo” a falta de hermanas, tías y abuelas. Ella solita cargó con todo. Es curioso, siempre le echo en cara que por su culpa (e ignorancia en asuntos sobre lactancia materna, como la gran mayoría de mujeres en estos últimos siglos) mi hijo tomara biberones de leche adaptada esos días (cosa que ahora, como monitora de la Liga de la Leche, siento muchísimo). Pero lo cierto es que, si no es por ella, yo hubiera sido incapaz de seguir dando el pecho y la lactancia se hubiera acabado ahí. Ella, con sus biberones y todo, fue la que hizo posible que al final la lactancia fuera un éxito, a pesar del terrible comienzo que tuvimos por la falta de un apoyo profesional adecuado.

Y como se calmaba mi hijo en sus brazos. Incluso llegué a echárselo en cara. Pero que alivio. Que serenidad ante el bebé nervioso y hambriento. Y que aguante: horas cargando al pequeño en brazos: andando alrededor de la mesa del salón o a lo largo del pasillo, o quieta - casi sin respirar- sentada con el bebé ¡Por fin! dormido.

Mi madre. Cuanto la echo de menos y que poco se lo digo. Ya está a punto de llegar otra vez, tres días faltan, y ya la primavera me parece más primavera, (a pesar de que no para de llover). Ojalá la tuviera más cerca. Pero es ley de vida, los hijos vuelan del nido y, sobretodo hoy en día en este mundo globalizado, podemos llegar a volar muy lejos. Y que solas las dejamos. Como nos dejarán a nosotros nuestros hijos. Ley de vida.

Como te quiero mamá, como te quiero……..

sábado, 15 de mayo de 2010

SI NO FUNCIONA BIEN..... DEJE DE USARLO

Os imagináis ir al nefrólogo: 

Paciente:  Doctor, mire, es que tengo infecciones de orina recurrentes

Él:  Pues verá, tendrá que pensar en dejar de hacer pipí

O tal vez:

Paciente: Ay doctor!, esta es la cuarta pulmonía de este invierno.

Él: Pues tendrá que considerar muy seriamente la posibilidad de dejar de respirar, mire usted. Si no lo hace, aténgase a las consecuencias"

Surrealista ¿Verdad?. Pero seguro que a la mayoría de vosotros no os parece rara la siguiente conversación que he mantenido yo esta mañana con una ginecóloga (Especialista en el pecho. Repito: sólo trata patologías del pecho):

Yo: Pues verá, doctora, tengo una tendencia terrible a tener mastitis. A la que paso un periodo de estrés o alguna crisis de algún tipo, o incluso cuando el crío se me pone malito, al cabo de unos días desarrollo una mastitis. Ya he tenido 5 desde que nació el pequeño.

Ella: Pues tendrías que destetar. Es LA SOLUCIÓN

Lo siento, pero no lo acepto. No es LA SOLUCIÓN. Es una solución, evidentemente, pero ni siquiera es la más fácil, ni la más oportuna, ni la única. Para aplicar esa gran y única SOLUCIÓN no voy a una ginecóloga: no hace falta ser profesional para saber que si desteto - evidentemente- dejaré de tener mastitis (y si dejo de respirar será automático: seguro que no me muero de pulmonía). Yo busco una solución que respete la función principal de mis glándulas mamarias, o sea, producir leche para dar de mamar a mi hijo. Sí, sí. Esa es la función de las llamadas vulgarmente "tetas". Resulta que eso de ser un fetiche sexual dispuesto a llenarse de silicona (imitando así los pechos llenos de leche) es un invento de nuestra cultura. Me atrevería a decir que incluso relativamente reciente.

Pero estoy harta, amigos. Hoy ha sido la gota que ha colmado el vaso. Que incluso los profesionales especializados, que solo tienen que tratar un par de patologías que puede sufrir el tejido mamario, me digan que TENGO que destetar, ha apretado el interruptor de mi "yo" reivindicativo. Es, simplemente, VERGONZOSO. Y la pena es que no es la única ginecóloga que no ha encontrado - ni realmente buscado- otra solución. Ya van cuatro especialistas que han reaccionado de manera semejante ante mi problema de mastitis recurrentes. La última me ha hecho "saltar" porque es especialista en el pecho. Sólo trabaja con las glándulas mamarias. Realmente esperaba de ella una solución eficaz. Pero ni con esas.

Lo dicho, un verdadera pena.