sábado, 5 de julio de 2014

EL SUEÑO INFANTIL ¿UN CONFLICTO DE INTERESES? (II)

UNA REALIDAD COMPLEJA NO SE DEBE SIMPLIFICAR


Como he explicado en el post anterior, el profesor David Haig ha publicado un artículo en el que presenta la hipótesis de que los despertares nocturnos durante la segunda mitad del primer año de vida de los bebés tienen como objetivo retrasar en lo posible un embarazo en la madre, a pesar de que comprometen el bienestar de la madre y del hijo al no permitirles un sueño más consolidado. Y es que, para Haig, la evolución natural no busca la salud, el bienestar o la felicidad de los individuos, sino simplemente la idoneidad para que sobrevivan y se reproduzcan. Acusa a los investigadores que estudian el sueño infantil desde una perspectiva evolutiva de mezclar los conceptos salud e idoneidad, y considera que adaptar nuestro comportamiento al considerado "instintivo" tal y como, según él, promueven dichos profesionales, no nos garantiza que sea más saludable o nos haga más felices. 

Estas provocadoras palabras de Haig han suscitado varias respuestas, entre las que se encuentra la de uno de los principales estudiosos del sueño infantil, el antropólogo profesor James McKenna, el cual en una publicación titulada Night Waking among Breastfeeding Mothers and Infants. Conflict, Congruence or Both?agradece al autor su trabajo y admite que le ha llevado a reflexionar profundamente sobre el tema. Reflexión que ha dado como resultado una respuesta meticulosa y fulminante ya que McKenna tiene una amplia experiencia en la investigación del sueño de la madre y del bebé desde su laboratorio del sueño en la Universidad de Notredam (Indiana). Y es precisamente esta experiencia la que le lleva a afirmar que :
"Difícilmente la perspectiva de Haig puede pasar por encima de lo que la ciencia empírica ha demostrado que son factores críticos, funciones y procesos fisiológicos interdependientes, posiblemente gobernados por múltiples genes y que seguramente explican mucho mejor los despertares nocturnos de los bebés".

Además de McKenna, la doctora en antropología Katie Hindeespecialista en el estudio de la lactancia materna desde el punto de vista evolutivo, también responde en su artículo Essential tensions in infant rearing con fuertes argumentos que cuestionan la hipótesis de Haig. Otras respuestas (1 y 2) provienen del biólogo evolucionista (y poeta) Jon F Wilkins y del neurólogo Patrick McNamara pero, a diferencia de McKenna y Hinde, no cuestionan lo establecido por Haig sino que más bien se limitan a ofrecer y complementar la hipótesis de Haig con sus puntos de vista basados en sus propias especialidades. McNamara introduce los conceptos de apego seguro e inseguro y su influencia en el número de despertares nocturnos, así como en la arquitectura del sueño, y Wilkins profundiza un poco más en el concepto de conflicto intergeneracional y sus consecuencias. Como Haig, considera los despertares nocturnos como un efecto colateral innecesario y nocivo, absolutamente prescindibles en el momento en el que alargar el intervalo entre nacimientos ya no supone una ventaja evolutiva.

En este artículo me centraré principalmente en los argumentos de McKenna y Hinde ya que son los que abren debate sobre lo establecido por Haig. Un debate interesante e intenso en el que cada investigador expone su "parte del elefante" con la intención de profundizar un poco más en el conocimiento de todos estos temas tan complejos, y todavía llenos de misterios, como son el sueño, el desarrollo infantil y la evolución humana.


1- ¿Quién Despierta a Quién?


McKenna basa su respuesta en su larga carrera profesional, durante la cual ha realizado numerosas observaciones, directamente con vídeos infrarrojos y/o electroencefalograma, de las diversas circunstancias en las que los bebés se despiertan por la noche. Esta amplia experiencia obtenida con este tipo de metodología le ha permitido apreciar fenómenos que otros investigadores del sueño infantil ignoran, ya que por su sutileza pasan desapercibidos cuando se utilizan técnicas más fáciles de manejar pero menos directas y sensibles, como la actigrafía, los diarios de sueño o las encuestas.

Una de sus observaciones que más cuestiona los argumentos de Haig es que, además del hecho de que el bebé no siempre se despierta para mamar (a veces un simple susurro o un toquecito son suficientes para que sigan durmiendo), él no es el único responsable de los despertares nocturnos cuando colecha. En el 40% de los despertares observados la madre se despertaba 2 segundos antes que su hijo, por lo tanto, se puede suponer que fueron provocados por ella. Además, las causas que los motivan son diversas: desde la termoregulación (en ambientes cálidos se despiertan más) hasta los patrones de respiración (las apneas inducen despertares y son más frecuentes en unas fases del sueño que en otras). Y es que existe una exquisita sincronía en el comportamiento, la arquitectura del sueño, los patrones respiratorios y la temperatura corporal del bebé con los eventos fisiológicos y comportamentales de la madre.

Desde el cuerpo de su madre el bebé recibe toda una serie de señales que le mantienen en un sueño que le permite despertarse con facilidad, y es interesante observar como, durante el colecho, el cuerpo del bebé se orienta hacia su madre durante un 100% de la noche. McKenna opina que gracias a esta gran sensibilidad por las señales que emanan del cuerpo de su madre el bebé es capaz de despertarse cuando es necesario, manteniéndose más tiempo en los estadios de sueño I y II y no en los más profundos, como hacemos los adultos, lo que será imprescindible para evitar la muerte si  se encuentra en una situación potencialmente peligrosa para su vida en este periodo de inmadurez, como, por ejemplo, una apnea prolongada. Esta compleja interrelación entre la madre y el bebé mientras ambos duermen lleva a McKenna a afirmar que los despertares nocturnos cumplen lo que Myron Hofer denominó efectos reguladores ocultospiedra angular del trabajo de McKenna y que pueden conllevar también beneficios ocultos.

Por lo tanto, McKenna especula con la posibilidad de que las madres hayan evolucionado para provocar también los despertares nocturnos, ya que así aumentan las posibilidades de supervivencia de sus bebés, además de que, gracias a las tomas frecuentes, su propia salud también se beneficia (recordemos que la lactancia protege a la mujer de enfermedades como el cáncer de mama y ovario). Esto le lleva a afirmar que uno de los grandes retos para la hipótesis de Haig va a ser encontrar en ella un lugar  para todos esos otros beneficios demostrados de las tomas nocturnas, tanto para la madre como para el bebé.

La doctora Katie Hinde presenta otra posible explicación a los numerosos despertares nocturnos al resaltar el hecho de que se ha observado que aumentan hacia los 6 meses de vida, coincidiendo en el tiempo con la introducción de la alimentación complementaria. Esto le lleva a proponer que cambios en el aparato digestivo del bebé provoquen un estado de incomodidad y ansiedad que afecte la calidad de su sueño. Resalta, además, el hecho de que existen especies de primates en los que se observan también despertares y tomas nocturnas, pero en los que la lactancia no está relacionada con la inhibición de la ovulación. Todo ello le lleva a afirmar que la hipótesis de Haig de que el objetivo principal de las tomas nocturnas es inhibir la ovulación debe tomarse, cuanto menos, con precaución.


2- La Lactancia Materna: No solo Ocurre por la Noche.


Otro factor importante a tener en cuenta, según McKenna, es que la lactancia es una actividad que se da las 24 horas del día y que la frecuencia con la que maman los bebés por la noche sufre una enorme variabilidad y es dependiente de la dinámica diurna. No se puede analizar la lactancia nocturna sin considerar la diurna. Por lo tanto, los requerimientos metabólicos y de crecimiento de los bebés y la disposición y habilidad de su madre para cubrirlos deben ser analizados a lo largo de las 24 horas del día si se quiere comprender detalladamente el papel que tiene la lactancia materna nocturna en el incremento del intervalo entre nacimientos.


3- La Composicion de la Leche Humana No Solo Depende de la Madre y Sí es lo Mejor para Nuestros Bebés


La hipótesis presentada por Haig de que las propiedades soporíferas de la leche materna demuestran el interés de la madre por que el bebé consolide su sueño ya que su intervalo entre nacimientos óptimo es más corto que el del bebé - y que le lleva a cuestionar que la leche materna sea lo mejor para el bebé - también ha suscitado las respuestas de Hinde y McKenna.

Hinde cuestiona las palabras de Haig con el argumento de que la cantidad y composición de la leche materna no solo depende de la madre, sino también del bebé, el cual puede influir sobre ambas por medio de las tomas. De hecho, el bebé puede influir en la producción de leche futura ya desde la época prenatal mediante el envío de señales que traspasan la placenta.

Ante la afirmación de Haig de que la leche humana está diseñada para digerirse lentamente y producir así el sueño, McKenna señala  que en realidad ésta es mucho mas rápidamente digerida por el bebé que la leche de vaca adaptada, la cual por sus propiedades no solo dificulta el tránsito intestinal sino que incluso produce una cierta inflamación en el intestino. Al final del artículo, McKenna resalta el hecho de que cada año 720 bebés mueren en nuestra sociedad occidental por no ser amamantados. Esto nos demuestra que, a día de hoy e incluso en nuestra rica sociedad industrializada dotada de las mejores leches adaptadas, la leche humana sigue siendo lo mejor para garantizar la supervivencia de nuestros bebés, y además nos lleva a considerar que, dado que el efecto protector de la misma es del tipo dosis/respuesta (cuanto más continuas sean las tomas y más leche se consuma más protegidos están el bebé y su madre), ésta no es sino una evidencia más de los múltiples beneficios que suponen para madre e hijo despertarse a realizar tomas por la noche.


4- El Conflicto Intragenómico 


En cuanto al conflicto intragenómico entre los genes maternos y paternos, McKenna señala que para sostener esta hipótesis sería de gran valor la existencia de evidencias empíricas de que, en estos niños que sufren los síndromes de Prader-Willis y Angelman, los genes paternos promueven los despertares y los maternos un sueño consolidado. Y es que existe una enorme variabilidad en la manifestación de síntomas de estas enfermedades en los individuos afectados, por lo que McKenna, tras leer diversas revisiones sobre este tema, se pregunta si hay suficientes evidencias como para asegurar que este patrón de comportamiento se cumple en el número de casos suficiente como para hacer una generalización. También cuestiona la posibilidad de deducir la función normal de unos genes a partir de unas patologías tan complicadas. Por lo tanto, considera que estos desórdenes genéticos son evidencias débiles de la función adaptativa del ADN, sobretodo cuando  producen numerosos efectos y dan pocas pruebas sobre la función real de los genes implicados.


5- El Papel de la Cultura: ¿Qué es "Dormir Mal?


Otra de las críticas de McKenna va dirigida al hecho de que Haig ha descartado totalmente las influencias culturales. La percepción de lo que es o no es un sueño "problemático" o de los "costes" que tienen los despertares nocturnos para la madre tiene una evidente base cultural que no puede ser obviada. Por ejemplo, en nuestra cultura occidental las expectativas de los padres respecto al sueño de sus hijos son producto de una ideología social que nada tiene que ver con la naturaleza del bebé. Este fenómeno, junto a la imposición cultural de poner a los bebés a dormir en solitario, determina nuestra visión del sueño infantil como difícil y problemático incluso antes de tener a nuestro hijo en nuestros brazos. Una visión que no es compartida por la mayoría de culturas en las cuales nunca se ha cuestionado ni debatido el dónde o cómo debe dormir un bebé. También hay que resaltar el hecho de que el sueño consolidado adulto de nuestra cultura no es una característica universal, tal y como apunta Hinde en su respuesta. La expectativa de que madre e hijo deben dormir toda la noche es, sin duda, un artefacto cultural.

Todo esto lleva a McKenna a afirmar que en nuestra cultura muy probablemente el comportamiento infantil durante el sueño es mucho más problemático de lo que la evolución ha determinado y de lo que sería en otras condiciones.


6- Salud versus Idoneidad. Conflicto Intergeneracional.


En un punto importante McKenna si está de acuerdo con Haig: la evolución no siempre va a maximizar la supervivencia del bebé ya que la supervivencia de cada hijo no siempre conlleva el mayor éxito reproductivo de los padres. De hecho McKenna opina que su punto de vista no excluye obligatoriamente el de Haig y admite que ambas partes tienen su parte de razón. Argumenta que mientras un comportamiento determinado no reduzca la idoneidad, puede tener funciones beneficiosas, o incluso oportunísticamente beneficiosas, que complementen el objetivo inicial o incluso lo reemplacen. De esta manera, si un bebé puede retrasar la llegada de un hermano, asegurándose los recursos para su supervivencia en exclusiva por más tiempo, los despertares nocturnos tendrán un valor añadido al resto de beneficios.

Por lo tanto McKenna no niega en absoluto la existencia de un conflicto intergeneracional entre madre e hijo y no está idealizando lo que Bowlby llamó Ambiente de Adaptación Evolutiva (Environment of Evolutionary Adaptedness, o EEA), ni espera que toda la sociedad occidental vuelva a la vida del pleistoceno para vivir feliz y en armonía, tal y como le acusa Haig en su artículo. De hecho, el propio McKenna incorpora el concepto de compensación y la teoría de la historia de la vida en sus estudios sobre el sueño de las madres y los bebés.

Por su parte Hinde introduce el concepto de Ambiente Adaptativo Relevante (Adaptively Relevant Enviroment, ARE), definido por Irons en 1998, y que en este contexto se definiría como  todo el conjunto de interacciones con su madre y su comunidad que permiten al bebé recibir lo necesario para su supervivencia, como la alimentación, la termoregulación y el apoyo socioemocional. Resalta que es precisamente de noche cuando las crías primates pueden maximizar este contacto debido a la ausencia de las actividades diurnas. A pesar de que los humanos nos movemos en un ambiente muy alejado de nuestro EEA, todos los bebés de todas las culturas necesitan desarrollarse en su ARE, pero en nuestra sociedad existen importantes divergencias con este último, como puede ser en el uso de leche adaptada o el sueño en solitario. Este hecho, sin duda, altera tanto la coordinación como el conflicto entre madre e hijo, aumentando la magnitud de los problemas en el sueño de la madre.


7- Del Dicho al Hecho


Finalmente, McKenna hace hincapié en la dificultad que supone dar el salto entre el mundo de la investigación y las recomendaciones dirigidas a toda la sociedad. De hecho, se considera uno de los mayores críticos de la tendencia actual que presentan las autoridades médicas a simplificar lo complejo por medio de recomendaciones generales para todo el mundo, al estilo "one-size-fit-all". Según McKenna, esta costumbre ha puesto muchos bebés en peligro en el pasado y lo sigue haciendo en el presente, a pesar de que es innegable que la pediatría occidental también ha salvado muchas vidas, sobretodo en otros dominios.

Esto ha sido debido principalmente a que el bebé durmiendo en solitario y alimentado por biberón de leche adaptada es el sujeto modelo de sueño saludable que se estudia en los laboratorios del sueño de la sociedad occidental industrializada. Pero a día de hoy un 77% de las madres amamanta a su bebé, lo que por sí mismo invalida este modelo de desarrollo del sueño infantil basado en los bebés alimentados con biberón. Y no podemos olvidar que los determinantes culturales forzaron al mundo de la pediatría a recomendar unos cambios en absoluto respaldados por el método científico, como son:
  • Del colecho al sueño en solitario
  • De la lactancia materna a la alimentación a base de leche adaptada
  • De poner al bebé a dormir sobre su espalda a ponerle a dormir sobre su barriga
Cada uno de estos cambios está independientemente asociado con la muerte súbita e inesperada del infante (sudden unexpected death of an infant, SUDI), y McKenna estima que han provocado unas 400.000 muertes de bebés. 

Por lo tanto, para McKenna, la confluencia de datos sobre evolución, interculturales e interespecíficos sirve como un poderoso punto de partida para hacernos preguntas nunca antes hechas sobre el sueño infantil y los arreglos para dormir en la sociedad occidental industrializada. Pero toda estas ideas y observaciones basadas en la evolución en ningún momento son el punto final que nos determine como usar lo aprendido. Lo más importante es que los padres deben ser empoderados y ellos, y únicamente de ellos, tienen el derecho a tomar decisiones basadas en una información completa y neutral, y no filtrada por unas instituciones médicas que deciden lo que deben o no deben saber

McKenna termina su publicación haciendo referencia al "muy aislado" comité de 7 personas de la Academia Americana de Pediatría que publica las recomendaciones sobre como poner a dormir a los bebés, deseando que fueran más sensibles a las razones que llevan a los padres a decidir colechar con sus hijos, dado que dicho comité desaconsejo el colecho (entendido como compatir superficie para dormir, no solo habitación) sin ofrecer alternativas como el colecho seguro o la cuna sidecar.

En resumen: para McKenna o para Hinde, los despertares nocturnos son un comportamiento complejo que no puede ser estudiado fuera de su contexto cultural. Aunque es evidente que la frecuencia de las tomas, día y noche, influye en el intervalo entre nacimientos, los despertares nocturnos son un fenómeno mucho más complejo que el presentado por Haig, con múltiples propósitos y causas y que conllevan asociados numerosos beneficios ocultos. Por lo tanto, cualquier recomendación sobre el sueño infantil basada en unas recomendaciones generales (del tipo "one size must fit all") nacidas de la simplificación forzada de una realidad compleja, no solo será muy probablemente inapropiada, sino que puede llegar a ser incluso peligrosa.

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9 comentarios:

  1. Muchas gracias por esta serie de artículos, es muy interesante el debate generado.

    Desde mi muy humilde punto de vista, haciendo uso de la (mi) lógica, está claro que la lactancia materna es lo ideal para el bebé independientemente de las circunstancias culturales en las que nazca, no le encuentro el sentido afirmar lo contrario (o minimizarlo) sólo con el objetivo de justificar la separación nocturna madre-bebé o la alimentación con leche artificial.

    Por otro lado, y ahora hablo por experiencia propia nada más, el "problema" de los despertares nocturnos, si se colecha, creo que no es problema. Quizá se duerme "peor" las primeras semanas, pero luego una vez se aprende a dar el pecho y seguir durmiendo, se duerme casi igual de bien que antes de nacer el bebé. Al menos en mi caso, mi hija no se despertaba por la noche para mamar, hacía ruiditos indicativos de que tenía hambre y yo automáticamente le daba el pecho, ella se agarraba aún dormida, mamaba dormida y yo también seguía durmiendo. Despertares de verdad (llorando y paseándola), sólo los hubo 3 veces, durante los 4 primeros meses de vida. Por otro lado, yo tenía un sueño menos profundo, cierto, pero no por eso iba más cansada.

    Finalmente, habría que considerar también los horarios de trabajo, yo entraba a trabajar a media mañana, con lo cual durmiendo de 23h a 9h tenía suficiente. Si hubiera tenido que levantarme cada día a las 6h, igual sí habría notado más falta de sueño, pero eso ya no es culpa ni del bebé, ni de la evolución, ni de estrategias adaptativas, sinó de la miserable baja de maternidad española.

    En fin, perdón por el comentario tan largo y gracias de nuevo, tengo ganas de leer la tercera parte :)

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    1. Magnífico comentario, muchas gracias Koshka. Sacas a la luz el importantísimo tema de la conciliación. Y es que para maternar necesitamos no solo el apoyo de nuestra pareja y de nuestra familia, también necesitamos el apoyo de nuestra sociedad. Y, actualmente, este último deja mucho que desear. Por lo demás, tu experiencia personal concuerda con las conclusiones de muchas investigaciones de autores como Ball, Mosko o McKenna: la madre que amamanta y colecha duerme más y mejor

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  2. Lei en su momento la respuesta de Mc Kenna pero creo que los dos tienen parte de razón, en este tema las cosas suman más que restan. Desde luego, el tema de la amenorrea de la lactancia materna no es baladí, tiene repercusiones enormes y su acortamiento-alargamiento depende de la cultura y los hábitos de lactancia. También me parece importante incidir en los beneficios para la salud de la madre para salirnos del topicazo de madre lactante "sufridora" que se pintan desde algunos sectores. La lactancia es una relación simbiótica y el aumento de cánceres de mama, ovario y endometrio están muy relacionados con no tener hijos, tenerlos tarde, no amamantarlos o amamantarlos muy poquito. Y ahí la lactancia nocturna también juega un papel en alargar la amenorrea, que es BENEFICIOSA de forma natural para nuestra salud porque es para lo que nuestro cuerpo de homo sapiens estaba preparado. Por otro lado, siempre hecho de menos en los debates sobre el sueño infantil que se investigue más por qué culturalmente los despertares nocturnos nos molestan tanto. Yo coleché y aún así tuve una gran merma de sueño porque nunca fui capaz de dar la teta dormida, hasta que mi bebé no se volvía a dormir yo no me relajaba para dormirme también. Que sepamos que es cultural no nos evita la falta de sueño. Un abrazo

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    1. Worthman opina que dormir toda la noche es un artefacto cutural. Y la verdad es que tiene buenas razones para sustentar esa teoría. Pero lo cierto es que nuestras exigencias diurnas difícilmente nos permitirán descansar con un sueño menos determinado a un horario en concreto. Estamos en lo de siempre: la madre lactante debería contar con mucho más de 4 meses de maternidad y debería tenerse en cuenta sus necesidades especiales debido a su condición. Y entre ellas debería entrar el sueño, por supuesto.

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    2. ¡Ah!!! Quería decir "echo de menos". ¡Glups! :) Un abrazo.

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  3. He leído con mucho interés tus dos artículos, María. Te agradezco enormemente la divulgación científica de la buena que estás realizando.
    Evidentemente, estoy en casi todo de acuerdo con MacKenna.
    Aun cuando la amenorrea sea uno de los sentidos de los despertares nocturnos, evidentemente no es el único, y descalificar por ello a la lactancia materna en su totalidad me parece de un reduccionismo espantoso.
    Igual que Worthman, yo opino que dormir toda la noche es un artefacto cultural. Y de hecho lo he pensado varias veces cuando he oído a Estivill hablando del sueño adulto. La división estanca de la vida en compartimentos horarios, es totalmente cultural. Unas horas para dormir (sin despertarse), otras para trabajar (sin hacer nada más), otras para el ocio, etc... y la dependencia de los relojes, es obvio que es cultural y que es consecuencia de la organización social para el TRABAJO. No digo que no haya patologías del sueño, que seguro que las hay y muchas con el estrés que vivimos y con los miedosa, ansiedades y traumas que arrastramos de infancias jodidas, pero seguramente algunos despertares nocturnos y la rápida reconciliación del sueño es algo natural.
    Por otro lado, ¿de verdad es tan grave que nos despertemos por la noche cuando tenemos bebés y niños pequeños? Pues en una sociedad donde madre y padre ambos trabajan fuera de casa y tenemos que cumplir con unos horarios estrictos y con una productividad, pues sí. Pero eso es totalmente cultural, y de nuevo, relacionado con el trabajo asalariado. No tiene nada que ver con el bebé y sus necesidades. Si la baja maternal fuera de uno o dos años remunerados, quizás no lo consideraríamos tan problemático, por ejemplo.
    Y en último instancia, da igual la causa evolutiva o histórica por la que los bebés se despiertan de noche. El caso es que lo hacen. Y forzarlos a otro tipo de comportamientos genera estrés, desconfianza, inseguridad y desamparo para ellos. Y justamente eso es lo lesivo.
    Mi bebé, como todos, se ha despertado mucho por la noche. Durante todo el primer año me pedí una excedencia sin sueldo para cuidarlo, así que las malas noches no se me hicieron tan dramáticas. Está claro que no todo el mundo se la puede pedir, pero es un problema del orden del mundo adulto, no del bebé, del sueño ni de la lactancia materna.
    Cuando el bebé cumplió un año, me incorporé a trabajar. Es verdad que algunas noches he dormido mal y muy poco, incluso colechando. Pero son las menos. La mayoría han sido más o menos tolerables. Y es algo que pasa. Mucha gente joven se va de marcha y acude a trabajar habiendo dormido muy poco, por ejemplo. Hay que entender que aunque puede ser verdaderamente incómodo y afectarnos durante unos meses, es algo pasajero, que en unos meses madura, y que se alivia bastante si practicamos el colecho, no tenemos falsas expectativas, contamos con bajas maternales, horarios flexibles, etc..., contamos con ayuda práctica... etc...
    Por otra parte, yo veo, y así lo he escrito en algunos de mis artículos, el colecho y la lactancia como una oportunidad maravillosa precisamente para las madres que trabajamos. Una herramienta poderosísima para compensar nuestra ausencia diurna durante tantas horas, y ofrecer a los bebés cuerpo, calor, contacto, vínculo… y todo eso que tanto necesitan.
    En realidad estamos hablando de un mundo adulto que pudiera adaptarse mucho más de lo que hace a la crianza de los niños pequeños. No es “culpa” de las madres, que hacemos lo que podemos. Pero la ciencia y los servicios públicos deberían enfocarse más hacia aquello que convierta el mundo en un lugar más flexible, habitable, amoroso… hacia la crianza y los niños pequeños, es decir, hacia todos.

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    1. Ileana, yo también he colechado y me he reincorporado a un trabajo a media jornada y en horario de tarde después de un año y medio. Considero que he dormido mal, de hecho ha sido lo único que he llevado mal de la maternidad (junto a la soledad). He llevado muy mal los despertares nocturnos, incluso sin tener que madrugar y durmiendo en la misma cama o al lado en una cuna pegada. ¿Cuál es el secreto de las mujeres !Kung que no consideran que los desperatares sean nada problemático? ¿Quizás que dan de mamar dormidas y solamente una de las tomas las hacen "conscientemente"? ¿Quizás porque su cultura no considera que dormir del tirón sea lo normal y cuando alguien se despierta en mitad de la noche puede charlar un rato con otro y volverse a dormir sin problema? Yo nunca fui capaz de dar la teta dormida y considero que eso también es cultural. Así que no estoy de acuerdo en que el "problema" se solucione con no madrugar o tener horarios flexibles. Hay algo más que no puedo negar autoengañándome y que todavía no he conseguido desentrañar.

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    2. Bueno, supongo que haya factores personales :-) Unas lo llevaremos mejor que otras. Unas logramos conciliar el sueño de nuevo quizás con más facilidad que otras. Todas tenemos unos días mejores que otros. Pero es que eso sucede con cualquier aspecto de la vida. También hay mucha gente que padece de insomnio sin tener bebés. Quiero decir, luego hay un margen personal del asunto, que ni la ciencia ni los poderes públicos tienen necesariamente que resolver.

      Creo importante dejar bien claro siempre cuándo nos estamos refiriendo a aspectos personales, y cuando a cosas qué pueden tratarse desde el punto de vista de las políticas públicas, ya sean laborales, sanitarias, educativas, etc...

      Porque desde luego, cada una de las diferencias individuales no pueden contemplarse en las políticas o generalizaciones sociales. Aunque siempre lo indvidual y lo social se cruce, y aunque se intente ser lo más inclusivo posible.

      ¿Son los despertares nocturnos de los bebés un problema social? Sí, cuando se vende o se ofrece desde los medios de comunicación, revistas, editoriales de material escolar, orientadores, psicólogos, pediatras, etc... los métodos conductistas de adiestramiento al sueño solitario como la solución. O cuando todo el mundo espera que los niños a determinada edad "deban" dormir solos y de un tirón. Entonces es cuando comienza el debate, y se puede llegar a hipótesis con base científica pero en mi opinión tan delirantes como la del "conflicto intragenómico" ¿Qué más da? Con los pocos hijos que tenemos, ¿de verdad la mayoría de las familias no nos podríamos apañar con los despertares nocturnos de los bebés en unas condiciones sociales más favorables? Me temo que sí.

      Siempre podrá seguir siendo un inconveniente, o un malestar, pero es que todas las cosas en la vida tienen inconvenientes y malestares. La relación entre los beneficios y el malestar es lo que cada una debe sacar. Pero con la información adecuada en la mano. Y si fuera posible, con la ética y la empatía también ;-)

      El consenso social, científico, teórico, educativo, profesional... debería estar del lado de la ética y la empatía con los niños pequeños. Luego que cada familia o cada persona haga lo que pueda. Es a eso a lo que me refiero.

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  4. Ileana, tienes razón, pero el sueño es, como la lactancia, un fenómeno biocultural. Incluso en nuestra misma cultura no se dormía igual en la época de Cervantes que ahora. Tampoco duermen igual los !Kung San que nosotros. Quiero decir que incluso el concepto de "dormir del tirón" para los adultos no es universal. Hay tribus en las que es normal despertarse en mitad de la noche, charlar un poco con el de la cabaña de al lado, y volver a dormir sin ningún tipo de problemática. Un abrazo y gracias por este debate.

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