miércoles, 29 de abril de 2015

QUERIDA MADRE, TE EQUIVOCAS

"Es trágico que los padres peguen a sus hijos para 
evitar sentir lo que sus padres hacían con ellos".
Alice Miller. 




QUERIDA MADRE:

Te equivocas.

Y mira que si algo he aprendido estos diez últimos años es a no decir esas palabras a ninguna otra madre. En serio. 

Pero hay excepciones. Ésta es una de ellas y te escribo esta carta motivada por todos esos comentarios a tu vídeo que te convierten poco menos que en la madre del año.

Porque tu comportamiento, de madre del año, nada de nada. Incluso es evidente que no sólo te equivocas ahora. Te equivocaste hace años. Aunque eso me duele más decírtelo porque poco remedio tiene ya. Pero tal vez valga la pena sacarlo a la luz por todas esas madres que te alaban y tienen bebés y niños pequeños en su regazo.

Te equivocaste ya en la primera bofetada, porque evidentemente la del vídeo no lo es.

Te equivocaste cada vez que le gritaste, le faltaste al respeto, le humillaste, le insultaste, le ninguneaste y te ensañaste con él, como lo has hecho ahora. Me dirás que qué sé yo de tu vida y tu crianza, pero es que el vídeo dice muchas cosas, de verdad, demasiadas. Muchas cosas del pasado y muchas cosas del futuro, desgraciadamente. 

Te equivocaste, y él aprendió a gritar, atacar, faltar al respeto, ningunear, humillar, insultar y ensañarse con otros debajo de un pasamontañas. Ahora está convencido de que es una mierda que no vale nada fuera de  la autoridad de la pandilla de turno. Que el mundo está plagado de enemigos y que todo se consigue mediante la violencia.

Es así de sencillo. Lo demuestra la vida. Incluso lo demuestra la ciencia, por si no me quieres creer a mí, que parece que hoy en día lo que la ciencia demuestra es palabra de Dios.  Y es que Tracy Afifi, una investigadora con numerosas publicaciones dentro del campo de la salud y el trauma infantil, así lo afirmó en un estudio publicado en la prestigiosa Pediatrics en el año 2012. En este trabajo, Afifi y sus colaboradores concluyen que:
"El castigo físico, en ausencia de maltrato, está asociado con el desarrollo de desórdenes del estado de ánimo, trastorno de ansiedad, abusos de sustancias/drogodependencia y desórdenes de la personalidad en la población general. 

Ya ves todo lo que pueden ocasionar esas bofetadas. Tus bofetadas. A tu hijo. 

Y si bien es casi seguro que no vas a leer mi carta, espero que al menos la lean algunos de los que sólo tienen alabanzas para tu actuación. Por si les puedo hacer replantearse su juicio y mirar el vídeo desde otra perspectiva: la del niño criado bajo el yugo de la pedagogía negra

Te equivocas, querida madre, no eres digna de alabanza. Eres digan de compasión. Porque seguro que adoras a tu hijo, como todas adoramos a los nuestros, pero la vida no te ha debido de ofrecer ni los conocimientos ni las herramientas necesarios para salir de ese pozo negro de agresión y violencia. Y has hecho daño a tu hijo. Mucho daño. A la vista está.  

Como dice Alice Miller: 
" La tragedia de las personas bien educadas es que, al llegar a la edad adulta, no podrán darse cuenta de lo que les hicieron ni de lo que ellos mismos hacen, si de niños no les permitieron darse cuenta de nada"
Es evidente que tú debes de ser de esas personas bien educadas y todavía no te has dado cuenta de nada. Me pregunto si tu hijo tendrá la oportunidad de hacerlo. 

Deseo con todo el corazón que sí lo haga, que todavía no sea demasiado tarde y sea capaz de romper esa cadena trans-generacional de violencia en la que está sumergida tu familia, tu sociedad, como las mías propias.  

Por su bien. Por tu bien. Por mi bien. Por el bien de mis hijos. Por el bien de todos. 

viernes, 3 de abril de 2015

El trauma sufrido en la infancia condiciona la salud en la vida adulta

Las personas expuestas a un estrés tóxico durante su infancia tienen más posibilidades de desarrollar enfermedades graves cuando son adultos.

Existe un factor de riesgo capaz de provocar siete de las diez principales causas de muerte en Estados Unidos. Este factor de riesgo no es otro que el trauma infantil. Así lo expresó la doctora Nadine Burke Harris en la conferencia TEDex del pasado mes de Septiembre. Según el Estudio sobre experiencias Adversas en la Infancia (ACE), los traumas infantiles ―abusos físicos, emocionales o sexuales, abandono, violencia doméstica o padres que sufren una enfermedad mental, son drogodependientes, alcohólicos, han sido encarcelados o se han divorciado― tiene una repercusión significativa en la salud futura del niño, hasta el punto de triplicar el riesgo de enfermedad cardiaca o cáncer pulmonar, y reducir la esperanza de vida en 20 años.



El citado estudio fue llevado a cabo por los doctores Vince Felitti at Kaiser y Bob Anda en el Center for disease control and prevention (CDC) de Estado Unidos, y en él participaron 17500 adultos a los que se les valoró las experiencias traumáticas de su niñez mediante un formulario de diez preguntas. Por cada respuesta afirmativa el participante obtenía un punto, de manera que cuanto más puntos acumulaba más trauma había sufrido en su niñez. Así comprobaron que un 60% de la población tiene al menos 1 punto y un 12.6% ― o sea, uno de cada ocho― tiene 4 o más. Al relacionar el número de puntos con diversas enfermedades los resultados fueron preocupantes: las personas con 4 puntos o más tenían un riesgo 2.5 veces mayor de sufrir enfermedad pulmonar obstructiva crónica o hepatitis que las personas con cero puntos.  Para la depresión el aumento del riesgo fue de 4.5 veces. El riesgo de suicidio aumentaba 12 veces. Una persona con 7 puntos o más tiene el triple riesgo de sufrir cáncer de pulmón y 3.5 veces más de sufrir una enfermedad isquémica cardiaca.

Pero ¿Cómo y por qué se producen estos efectos? Una de las posibles explicaciones es que el niño que está sufriendo una infancia traumática desarrollará de adulto hábitos de comportamiento no saludables como consumo de tabaco, alcohol o drogas. A día de hoy tenemos evidencias científicas de que el estrés sufrido en la niñez afecta el desarrollo de áreas cerebrales involucradas en el placer, la recompensa, el control de impulsos, la capacidad de aprendizaje y la respuesta al peligro. Estas áreas están relacionadas con el desarrollo de drogodependencias y de comportamientos de riesgo para la salud. Pero el efecto del estrés parece ir más allá y no siempre está mediado por este fenómeno. Aunque la persona no desarrolle hábitos insanos, todavía estará en peligro.

La razón es que una exposición crónica y continua al estrés durante la infancia influye en el desarrollo del llamado eje hipotalámico-hipofisario-adrenal. Esta es una cadena de reacciones diseñada para activarse ante un peligro inminente,  produciendo una respuesta adaptativa del tipo huida o ataque que puede salvarnos la vida. Como explica la doctora Nadine Burke Harris, si un día en el bosque ves un oso, la explosión hormonal causada por la activación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal provocará una serie de efectos en tu cuerpo, como dilatación de las pupilas o aumento de la frecuencia cardiaca, que hará que estés preparado para defenderte o huir. Esta es una reacción fisiológica perfectamente saludable cuyo objetivo es salvarte la vida.

El problema es cuando un niño crece con este mecanismo continuamente activado; por ejemplo, cuando el oso vuelve a casa cada noche. Entonces, la liberación frecuente de hormonas del estrés durante su crecimiento, una etapa especialmente sensible a este fenómeno,  produce una serie de efectos no sólo en su estructura y función cerebrales, sino también en su sistemas inmune y hormonal e, incluso, en la manera en la que se lee y transcribe su ADN. Efectos que, con el paso de los años, se traducirán en enfermedades y graves y muerte temprana.

Todos estos descubrimientos sobre las implicaciones del trauma infantil en la salud futura y los mecanismos involucrados en esta relación llevaron a la doctora Nadine Burke Harris a la creación del Center for Youth Wellness (Centro del bienestar infantil) en San Francisco. El objetivo es prevenir los efectos de una infancia traumática mediante la evaluación del estrés y el tratamiento de los niños por equipos multidisciplinares en los que se trabaja con toda la familia.

Desgraciadamente, los poderes públicos no parecen interesados en generalizar iniciativas como ésta y reconocer que el trauma infantil es una cuestión de salud pública. El problema es que piensan que la presencia de este fenómeno se limita a ciertos barrios o minorías. Pero la situación real es que está mucho más generalizado. En el estudio ACE un 70% de los participantes eran caucásicos (raza blanca) y un 70% tenían educación universitaria. Así que éste no es un problema de minorías sociales, sino de toda la sociedad. Tal y como dijo el que fue presidente de la Asociación americana de pediatría (AAP), el doctor Robert Block: “Las experiencias adversas en la niñez son la mayor amenaza no resuelta de salud pública a la que se enfrenta nuestra nación en la actualidad”.

Por estas razones la doctora Nadine Burke Harris nos exhorta hacia cambio de actitud. Ahora que la ciencia ya tiene las herramientas necesarias para enfrentarse a este problema y evitar que el trauma infantil se traduzca en la vida adulta en enfermedad grave o muerte temprana, debemos ponerlo sobre la mesa, reconocerlo y concienciarnos de su importancia. Porque  es tratable y combatible y, por lo tanto, tratarlo y combatirlo debería ser uno de nuestros principales objetivos.