domingo, 7 de diciembre de 2014

¡QUE VIVA LA REVOLUCIÓN!

THOMAS S. KUHN
Hace unos días publiqué en este blog y en la revista Naukas, ciencia, escepticismo y humor una artículo como respuesta al escrito por Jesus Rosino en la misma revista, en el cual hacía un análisis de la ciencia del sueño infantil desde la perspectiva de los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS). En dicho artículo aplicaba la clasificación de Kuhn de Ciencia Normal (CN) y Ciencia Revolucionaria (CR) (entendiéndose la primera como la ciencia que sigue el status quo o paradigma dominante sin llegar nunca a cambiarloy la segunda como la que provoca el cambio, como solución a la crisis que provocan las contradicciones que se van acumulando en la CN) a la realidad actual de la ciencia del sueño infantil.  De esta manera consideré como CN al que, como muy bien dice Rosino, es el status quo dominante en la pediatría del sueño: el bebé/niño que debe dormir en solitario, un número determinado de horas seguidas por la noche, sin despertar a sus padres y autoconsolándose tras cada despertar nocturno. Basándose en esta premisa diseñan sus investigaciones importantes profesionales de la pediatría del sueño como Mindell, Sadeh o Hiscock.

La CR del sueño infantil, la que realizan investigadores como McKenna, Ball o Douglas, sería la que parte de la base de que el colecho y la necesidad del bebé/niño de la presencia y el consuelo de sus padres para dormirse es un comportamiento natural y saludable del cachorro humano que debemos respetar. La CR, por lo tanto, se cuestiona las mismísimas bases de la CN dominante, aspirando a cambiar el paradigma establecido. En los últimos años hemos podido observar como esta CR es defendida y compartida por un número creciente de profesionales de la medicina, psicólogos y padres, al mismo tiempo que va ganando terreno en el cerrado mundo de la publicaciones científicas revisadas por pares. 

El día de su publicación más de 400 personas compartieron mi artículo en Facebook, lo que para mí es todo un honor. Y, entre los compartidos, la amiga de una amiga mía dejó un comentario que me encantó. Desgraciadamente he olvidado dónde lo vi exactamente, quién fue la autora (por favor si lees este post y quieres que te nombre, dímelo) y cuales fueron las palabras textuales, pero más o menos vino a decir que le había hecho gracia mi aplicación de la teoría de Kuhn  a la ciencia del sueño infantil, y el hecho de que considerara a los mimos "revolucionarios".

Y lo cierto es que yo ni me había dado cuenta, pues usaba el término Ciencia Revolucionaría en el contexto de Kuhn, lo que me había hecho obviar su significado. Pero esta mujer tenía toda la razón. Dormir a nuestros hijos siguiendo nuestro instinto se puede considerar un acto revolucionario a todos los niveles, en cuanto a que va en contra de la costumbre culturalmente establecida de obligarlos a dormir solos aplicando todos los medios necesarios para conseguirlo. La ciencia que ampara este comportamiento es evidentemente revolucionaria, apliquemos o no los criterios de Kuhn, porque rompe el enfoque y la dinámica de la ciencia tradicional del sueño infantil. Y todo esto me ha llevado a recordar que no es la primera vez que parir y criar a nuestros hijos siguiendo nuestras tendencias naturales se considera revolucionario. No hay más que recordar artículos ya legendarios como "La Revolución Calostral" de Ileana Medina, La nueva Revolución, El Cambio Pacífico, de Ramón Soler y Helena Mayorga, o este otro más reciente de Ester Massó Guijarro: La Lactancia Materna como Catalizador de Revolución Social Feminista (o Apretando lasClavijas al Feminismo Patriarcal): Calostro, Cuerpo y Cuidadoo convocatorias como la Revolución Blanca de Nohemí Hervada y la Revolución de las Rosas de Jesusa Ricoy. También me vinieron a la mente frases legendarias como "La lactancia materna es un acto político de insumisión" de Isabel Aler, el blog La Revolución del Amor", de Leslie Powell, y el ya legendario libro "La Revolución del Nacimiento", de Isabel Fernandez del Castillo.  

Así que, aunque está muy bien que el abordaje multidiciplinar de los estudios CTS nos permita asentar en sólidas bases teóricas la contextualización de la ciencia del sueño infantil, no es que con ello yo haya descubierto la pólvora, ni mucho menos, ya que tampoco es imprescindible para reflejar una realidad ampliamente intuida ya por muchos. Y es que la palabra REVOLUCIÓN está indiscutiblemente asociada a la crianza corporal, amorosa, libre, y deseosa, en la teoría y en la práctica. Gestar, parir y criar cómo nos pide el cuerpo es REVOLUCIONARIO. Y la ciencia que ampara este comportamiento es ciencia REVOLUCIONARIA porque rompe con el status quo dominante de la Ciencia Normal, nacida en el marco cultural de la sociedad occidental; esa misma ciencia que, asentada en sus principios culturales nunca demostrados ni validados por su venerado método científico, nos ha estado obligando a parir tumbadas de espalda, separarnos de nuestros recién nacidos, alimentarlos con leche de vaca, o ponerlos a dormir lejos de nuestros cuerpos (nos dijeron que boca abajo pero, como morían más bebés, después nos dijeron que boca arriba, y al final admitieron que mejor en nuestra misma habitación, aunque siguieron asegurando que mejor en una cuna, claro; lo contrario sería un cambio de paradigma que abandonaría el confortable territorio de la CN y, sobretodo, de los determinantes culturales) entre otros muchos comportamientos claramente aberrantes para la naturaleza de nuestra especie. 

La naturaleza de nuestra especie. Palabras peligrosas para utilizar en un debate, ya que te arriesgas a que te tachen de "naturalista", y te recuerden que lo natural no siempre es lo mejor, para luego pedirte que hagas lo que ellos nunca hicieron: demostrar científicamente que tu desviación del paradigma dominante actual es mejor, olvidándose de algo tan obvio como que cuando se produzco el cambio de paradigma que llevó a cambiar el comportamiento natural, nadie se paró a demostrar con el método científico en la mano qué era lo mejor, o qué efectos finales tenía esa desviación. Pondría los pelos de punta saber la cifra exacta de bebés que han muerto por culpa de dormir solos, boca abajo y no recibir lactancia materna. Sobre los partos intervenidos, mejor ya ni hablar. Seguramente también pondría lo pelos de punta conocer las secuelas que arrastramos de los nacimientos traumáticos, la herida primal y la pedagogía negra, todos y cada uno de los individuos de esta sociedad enferma y sin futuro, en caso de tener una ciencia capaz de sacarlas a la luz. 

Y en este punto me gustaría hacer un pequeño inciso ¿Significa lo dicho anteriormente que todo lo aportado por la cultura y la ciencia tiene que ser desechado frente a lo natural? ¿Debemos, por ejemplo, dejar de usar gafas para la presbicia porque el envejecimiento del ojo "es natural"? No. No se trata de un asunto de todo o nada, sino de valorar correctamente, cuantitativa y cualitativamente, la dosis de cultura y ciencia que conviene a nuestra naturaleza. Se trata de encontrar la bondad de ajuste, esto es, esas condiciones culturales que permitan que nos desarrollemos y vivamos lo más saludablemente posible.  No todo lo natural es lo mejor pero, evidentemente, todo lo cultural tampoco es obligatoriamente mejor que lo natural. Parece mentira que sea necesario aclarar semejantes puntos, pero por los argumentos esgrimidos por algunos defensores a ultranza del status quo, veo que sí que lo es. 

Pero volvamos al tema que nos ocupa. Es verdad, (mejor considerarlo gracioso que terriblemente dramático aplicando el sabio principio de reírse por no llorar) en esta sociedad nuestra hay circunstancias en las que los MIMOS a nuestros bebés son REVOLUCIONARIOS. Cuestionar la autoridad de la fría (y limitada) ciencia basada en evidencia para dirigir la crianza de nuestros hijos es REVOLUCIONARIO. Salirse del camino marcado por la cultura que creó esa ciencia es REVOLUCIONARIO. Cantar a los cuatro vientos las limitaciones de su creación es REVOLUCIONARIO. Reclamar nuestro derecho y nuestra libertad a respetar lo que somos y cómo somos es REVOLUCIONARIO. 

Y es que, no lo neguemos, el amor maternal libre es revolucionario. El deseo maternal es REVOLUCIONARIO. La maternidad no sometida ni a la ciencia ni a la cultura es REVOLUCIONARIA. Porque es LIBRE, INSUMISA, PRIMITIVA, FEMENINA, EMOCIONAL............

 INCONTROLABLE. 

Pues ¡Que caray! que los que quieran sigan en sus trece defendiendo a capa y espada su querido Status Quo, yo no necesito más argumentos, ni científicos, ni pseudocientíficos, ni moralistas, ni valientes, ni cobardes, porque por lo que a mí respecta:

¡QUE VIVA LA REVOLUCIÓN!





Y tú,

 ¿Te atreves a unirte a nuestra revolución?

jueves, 4 de diciembre de 2014

LA CIENCIA DEL MÉTODO ESTIVILL DESDE LA PERSPECTIVA DEL SIGLO XXI



Este 20 de Noviembre ha sido publicado en la revista Naukas. Ciencia, Escepticismo y Humor el artículo: La ciencia del método Estivill, una de las mejores (si no la mejor) defensa de dicho método escrita hasta el momento. Con él su autor, Jesus Rosino, en un alarde de grandes conocimientos en historia y psicología en relación a este tema (y no lo digo con ironía), pretende demostrar sin lugar a dudas cuatro hechos fundamentales: que el Método Estivill [1] es eficaz, necesario y seguro, y que no existe debate científico del sueño infantil.

A continuación voy a demostrar por qué todavía no existen en absoluto garantías de la inocuidad del método Estivill, y lo voy a hacer analizando esta situación desde una perspectiva curiosamente ignorada hasta el momento en toda la polémica, pero que demuestra ser la única que nos permite tener una visión realista y global de la situación en la que se encuentra la ciencia del sueño infantil: la perspectiva de los estudios Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) [2].

De esta manera voy a demostrar que la imagen que la pediatría del sueño intenta dar a la sociedad es producto de un obsoleto concepto mertoniano [3] de la ciencia, ya superado por los estudios multidisciplinares CTS que se vienen desarrollando desde los años 60 del siglo pasado hasta nuestros días.



La Ciencia del Sueño Infantil y Las Fronteras de la Pediatría del Sueño.


He querido traer a este contexto la perspectiva CTS porque me parece fundamental para comprender qué está pasando en todo lo que se refiere al sueño infantil. El artículo de Rosino ha sido una excelente oportunidad para identificar claramente el mensaje que la pediatría del sueño pretende mandar a la sociedad: 
Nosotros (profesionales del sueño infantil: pediatras y psicólogos principalmente), desde la ciencia basada en evidencias producto del método científico y bajo la asunción de cumplimiento del acrónimo CUDOS mertoniano, somos los únicos poseedores de un conocimiento con una calidad de evidencia tal que nos permite dictaros a vosotros, los padres, cómo, cuánto, dónde y cuándo deben dormir vuestros hijos.
Y así, bajo esta premisa, todos los conocimientos que no alcancen el nivel de evidencia establecido en una valoración interna intra-pares dentro de la disciplina de la pediatría del sueño no son, ni tan siquiera, considerados dignos de debate.

Pero, a la luz de los estudios CTS, podemos comprobar que la ciencia de la pediatría del sueño está muy lejos de respetar las normas mertonianas. Por el contrario, al analizarla desde esta perspectiva observamos una dinámica compatible, por ejemplo, con los conceptos de ciencia normal (CN) versus ciencia revolucionaria (CR) de Kuhn [4], o con los modelos de ciencia post-académica (CPA) de Ziman [5], o ciencia post-normal (CPN) de Funtowicz y Ravetz [6]. Una perspectiva que cuestiona gravemente las presunciones de una ciencia mucho más limitada por la realidad que lo que ella misma se reconoce. Y esto para nosotros, los padres, tiene unas implicaciones también mucho más profundas de las que podría parecer a simple vista, porque cuestionan las acciones de estos profesionales de la pediatría del sueño que se creen que sólo con la escala de valores que marca la revisión intra-pares interna del método científico tienen la autoridad necesaria para dictarnos las normas del sueño infantil (y familiar).

Pero comencemos por el principio. Vamos a demostrar como la naturaleza misma de la ciencia pediátrica del sueño no le permite esgrimirse con la autoridad de ser la única institución con capacidad normativa sobre este tema. 

Como ya explico en El Debate Científico sobre la Realidad del Sueño Infantil, capítulo 3, según el profesor de antropología James McKenna (McKenna et al, 2007), toda la pediatría del sueño se basa en el estudio de un sujeto que no duerme según las condiciones naturales en las que dormiría un cachorro humano: en solitario versus colechando. Después de milenios dormir siempre en estrecho contacto con su cuidador, el sueño en solitario de los bebés y niños se estableció por meros motivos culturales, en absoluto científicos o médicos, hace unos pocos cientos de años. Y esto no es una falacia naturista, como diría Rosino, sino más bien todo lo contrario, porque sería la pediatría del sueño la que cometería un clarísimo acto de naturalización, esto es - según definió Roland Barthes - la transformación de lo cultural e ideológico en natural. Así pues, la pediatría del sueño comenzó sus andaduras naturalizando el sueño en solitario y dando por hecho que es la manera cómo debe dormir todo bebé y niño, convirtiendo así su naturalización en normativa.

Por lo tanto, ya tenemos fuera de juego el Universalismo y el Escepticismo del CUDOS de Merton. La ciencia del sueño infantil no puede cumplir estos requisitos dada la enorme y determinante influencia que la cultura ha tenido en su desarrollo desde su mismo nacimiento. De hecho podemos afirmar que la ciencia del sueño infantil es uno de los ejemplos más evidentes de la influencia que la cultura tiene sobre el desarrollo científico. Como dice el profesor McKenna:
"En pocos lugares los valores sociales, las expectativas y las preferencias de la sociedad occidental industrializada están tan fuertemente reflejados como en los modelos clínicos de lo que se supone que es un sueño normal y una manera normal de dormir durante el primer año de vida del bebé. En el campo de la medicina pediátrica del sueño, por lo que parece, las interpretaciones culturales han predominado sobre las biológicas, a menudo sin que los propios científicos fueran conscientes" (McKenna et at,  2007)
Utilizando la perspectiva de Kuhn diríamos que la pediatría del sueño asienta su status quo, o sea, lo que Kuhn considera CN, en el bebé/niño durmiendo en solitario lejos del cuerpo de su madre. A partir de ahí podemos deducir que cualquiera que no base su ciencia del sueño en esta naturalización del sueño en solitario es, por lo tanto, CR, ya que supone un evidente cambio de paradigma.

Y ahora vayamos a por el Desinterés. Es evidente que los investigadores no trabajan cada día sólo por amor al conocimiento y el bien de la comunidad, algo absolutamente comprensible y aceptable ya que necesitan su salario como todo el mundo. En dónde realmente se incumple la norma del Desinterés es en el sesgo que la financiación privada de los proyectos de investigación está generando en el diseño de los experimentos, la interpretación de los resultados y la llegada a conclusiones. Este fenómeno no es exclusivo de la ciencia del sueño infantil, o de la medicina, sino que en la actualidad es un problema generalizado a toda la ciencia en general, hasta el punto de llevar a Ziman a definir la CPA como la sometida a estos intereses económicos.

Un ejemplo de que la ciencia del sueño infantil se sitúa dentro de la CPA de Ziman lo tenemos en la colaboración que una empresa de productos infantiles realiza con la doctora Mindell, una de las investigadoras más citadas en el artículo de Rosino. Dicha empresa ha financiado un importante número de sus trabajos, entre los que se encuentran tres artículos: uno valida un nuevo método para dormir a los niños llamado “Rutinas positivas”, en la aplicación del cual se utilizarán los productos de la misma empresa (de una línea dedicada exclusivamente al sueño infantil) (Mindell et al, 2009), y los otros dos valoran la eficacia de la intervención que ella misma realiza a través de la página web de dicha empresa (Mindell et al, 2011 a y b). Gracias a la publicación de estos trabajos en revistas científicas, la empresa en cuestión puede publicitar que sus productos y métodos están “clínicamente probados”. Cabe destacar también que Mindell es la primera autora de artículos tan importantes como la revisión citada por Rosino para demostrar la falta de efectos nocivos de las técnicas cognitivo-conductuales (Mindell et al, 2006), artículo publicado en colaboración con la Academía Americana de Pediatría (AAP). Las recomendaciones de dicha academia serán tomadas en cuenta por las organizaciones y asociaciones de pediatría del resto del mundo para dictar las suyas propias.

Por lo tanto, la financiación de esta empresa ha permitido al equipo de esta investigadora la realización de estudios publicados en revistas de alto nivel de impacto, pero ¿Hasta qué punto han sido independientes en el diseño e interpretación de dichos trabajos? ¿Financiaría esta, u otra empresa del sector, un estudio diseñado para demostrar las bondades del colecho o la inutilidad de las “Rutinas Positivas” (y con ello del uso de los productos de su línea del sueño infantil) en el caso de que los bebés duerman con su madre?

O dicho de otra manera ¿Qué grupos de investigación sobre el sueño infantil tienen más probabilidades de conseguir financiación privada: los que investigan desde la perspectiva de CN, en la que los niños deben ser obligados a dormir solos (en una cuna, tras un baño relajante con el gel X y un masaje con la crema Y, con saquito especial para que no se destape, móvil de luces de colores y música o sonido imitación del latido del corazón, interfono para oírle llorar, sistema de movimiento para mecerle, chupete y peluche) o los que investigan desde la perspectiva de CR, tratando de cambiar el paradigma, y que abogan por una apertura de miras que favorezca de manera natural el sueño de los niños sin necesidad de nada más que la presencia de sus padres?

No hay más que mirar un poco en el mundo de medicina (pediátrica o del sueño) para darnos cuenta que esta colaboración entre científicos y empresas no es en absoluto excepcional, hasta el punto de que diversos productos de cuestionable utilidad o calidad llevan el sello de la asociación de pediatría del país, el cual se han ganado a base de financiar congresos, investigaciones o eventos científicos. Tampoco es raro ver en diferentes medios de comunicación a los profesionales más populares anunciando productos específicos hasta el punto de que eminentes especialistas del sueño infantil pueden verse publicitando yogures que, teóricamente, favorecen el sueño. Por no entrar ya a hablar de las aplicaciones para ipads y demás artilugios informáticos, basadas en cuestionarios muchas veces utilizados en los mismos estudios científicos que validaban la técnica conductista en la literatura científica.

Desde esta perspectiva encontramos que el método convencional de valorar la evidencia científica mediante los niveles de evidencia se nos queda muy corto a la hora de juzgar la importancia real del conocimiento científico de la CR en comparación con la CN. Si el grupo de investigadores que se mantienen en la CN, respetando el status quo, son los que más fácilmente reciben financiación privada, también tendrán más facilidades para recibir financiación pública y, por lo tanto, para publicar más y mejores estudios, siempre todos realizados desde su perspectiva, lo que reforzará, todavía más el propio status quo ya que será el que habrá obtenido evidencias de mejor calidad.

Todo esto nos permite comprender por qué, por ejemplo, no se han realizado grandes estudios con el diseño necesario para permitir demostrar con un alto nivel de calidad de evidencia que el método Estivill (o el propio sueño en solitario) tienen efectos nocivos a corto, medio o largo plazo [7]. Y es que - a parte de que por su propia definición la CR no se beneficia de la inercia que ya tiene la CN y de que es, además, mucho más joven – los proyectos de investigación enmarcados dentro de la CR del sueño infantil lo tienen mucho más difícil a la hora de conseguir financiación, ya que su investigación no va a estar asociada a la venta de productos o métodos y, con ello, beneficios económicos. Esto dificulta su capacidad para  publicar tanto y al mismo nivel como los investigadores de la CN. Y con ello se dificultará todavía más la financiación de la CR. No es más que la pescadilla que se muerde la cola.

Por lo tanto, si sigue esta dinámica, la calidad de las evidencias de la CR del sueño infantil siempre será peor que las de la CN, independientemente de lo acertadas que sean sus hipótesis. Es el llamado “Efecto Mateo” [8] que, como el propio Merton admitió, contradice claramente la norma de Universalismo, y por extensión la de Desinterés, ya que los científicos del sueño infantil tendrán una enorme motivación para hacer una investigación acorde con los intereses de la fuente de financiación: en este caso harán mayoritariamente CN.

Esto quiere decir que la calidad de las evidencias científicas del sueño infantil va a depender, fundamentalmente, de factores económicos e intereses comerciales. Poco importan lo sólidas que sean las hipótesis de la CR: si no encuentran financiación difícilmente podrán realizar los estudios necesarios para corroborarlas con una calidad de evidencias comparable a la de la CN. Como las instituciones oficiales de pediatría, y las propias empresas interesadas, van a lanzar recomendaciones (y campañas publicitarias) basándose en el nivel de evidencias científicas, es evidente que el Status quo se va seguir consolidando de cara a la sociedad.

Y es en este punto en dónde me gustaría introducir el concepto de CPN de Funtowicz y Ravetz. Dado que no se han realizado los estudios necesarios para demostrar si el método Estivill (o, incluso, el simple sueño en solitario) son realmente nocivos para nuestros hijos, me atrevo a posicionar la ciencia del sueño infantil en el terreno de la CPN. Según estos autores la CPN se caracteriza por su alto grado de incertidumbre, lo que invalida al método científico como el único capaz de resolver la situación ya que están entrando en juego toda una serie de valores éticos, económicos, políticos, culturales, sociales…etc que no pueden ser ignorados.

Por lo tanto no queda otra que abrir el foro de debate al resto de actores implicados en el tema, entre los que se encuentran, por ejemplo, investigadores de otras disciplinas (como la ciencia del estrés o la antropología), profesionales clínicos no investigadores (estos que se basan principalmente en la experiencia personal generada en sus consultas, y por lo tanto, no científicamente comprobada, para apoyar o atacar el status quo), o los mismos padres, los cuales desde hace ya bastantes años nos hemos organizado en foros y páginas webs dedicados exclusivamente a la discusión sobre las estrategias para dormir a nuestros hijos. Valga como ejemplo la legendaria página Dormir sin llorar que incluso ha dado lugar a un libro de consejos prácticos escrito por siete madres “desde la trinchera”.

En resumen, existen dos razones fundamentales por las que las investigaciones del sueño infantil no cumplen las reglas mertonianas de la buena ciencia: 
  1. El origen cultural de su más básica presunción a partir de la cual se basa toda su investigación: el bebé o niño debe dormir en solitario.
  2. Los intereses económicos y comerciales involucrados en la investigación que alimentan la producción de CN en detrimento de la CR. 

Por lo tanto, negar la existencia de un debate científico sobre el sueño Infantil simplemente porque la evaluación de las evidencias científicas intra-pares (dentro de los límites de la pediatría del sueño) son tan asimétricas entre la CN y la CR, es un tremendo error, dado que esta realidad invalida a la pediatría del sueño, y al propio método científico, como única autoridad sobre este tema.

Me van a permitir hacer un símil con una situación que recientemente hemos vivido en el mundo del deporte náutico español. Hace poco menos de dos semana un barco sin patrocinador oficial, pilotado por el navegador transoceánico Alex Pella, se ha proclamado campeón de la legendaria regata  La Route du Rhum. Este barco ha competido con los grandes campeones tradicionales, Inglaterra y Francia, financiados hasta por 500.000 euros. Negar el debate en la ciencia del sueño infantil sería como decir que Alex Pella no ha competido porque no pertenece al grupo de los “campeones tradicionales” y no estaba patrocinado. Pero compitió, vaya si compitió. Y no solo eso, ganó.

Y es que hay realidades en la vida que superan el poder de lo económico o la inercia de la tradición. Que Alex Pella y su equipo son unos genios de la navegación no depende del dinero que reciban o de cuánto se los tome en consideración en relación a los campeones clásicos, pero que lo puedan demostrar al mundo sí. Yo estoy segura de que la CR del sueño infantil va a encontrar su espacio y su financiación y, con ello, sus evidencias del máximo nivel. Para ello necesita tiempo (todavía es joven) pero, sobre todo, necesita que todos aquellos que creemos en ella, legos y especialistas, luchemos por darle lo que se merece, cada uno desde nuestra propia posición.

Precisamente escribí “El Debate Científico sobre la Realidad del Sueño Infantil” porque creo en este necesario cambio de paradigma. Creo que la ciencia al final es la mejor herramienta para seguir por el camino correcto, a pesar de todos los intereses económicos, políticos o culturales que la vapulean. Para ayudarle en su misión la sociedad debe bajarla de su pedestal y formar parte de ella para construirla desde dentro, junto con sus científicos. Como dice el catedrático de lógica y filosofía de la ciencia, el profesor José Antonio López Cerezo:
 “Contribuir a mistificar la ciencia es contribuir a perjudicarla”. 
Obras enteras de divulgación que basan una dinámica del sueño infantil en un solo artículo publicado hace 30 años o artículos que argumentan con información parcial para entronizar un método obviamente cuestionable y altamente debatido, negando un debate innegable, no hacen bien a nadie.

Aceptemos, pues, la realidad de nuestra ciencia imperfecta: La ciencia del sueño infantil es mucho más que la parte dominante actual de la ciencia pediátrica basada en evidencias. Aceptemos todas sus dimensiones, integrémoslas y actuemos en consecuencia. Esta será la única manera de que la ciencia completa del sueño infantil evolucione de la mejor manera para garantizar la salud y el bienestar de nuestros hijos.



Bibliografía

  1. Jimenez-Bueno M, Ramos Vielba I. ¿Más allá de la ciencia académica?: Modo 2, ciencia Posacadémica y ciencia posnormal. ARBOR ciencia pensamiento y cultura. 2009; CLXXXV 738; 721-737. 
  2. McKenna JJ, Ball HL, Gettler LT. Mother infant cosleeping, breastfeeding and sudden infant death syndrome: what biological anthropology has discovered about normal infant sleep and pediatric sleep medicine. Yearbook of physical anthropology 2007; 50: 133-161.
  3. Mindell JA, Kuhn B, Lewin DS, Meltzer LJ, Sadeh A. Behavioral treatment of bedtime problems and night wakings in infants and young children. Sleep 2006; 29; 10: 1263-1276
  4. Mindell JA, Telofski LS, Wiegand B, Kurtz ES. A night bedtime routine: impact on sleep in young children and maternal mood. Sleep 2009; 32; 5: 599-606.
  5. Mindell JA, Du Mond CE, Sadeh A, Telofski LS, Kulkarni N, Gunn E. Efficacy of an internet-based intervention for infant and toddler sleep disturbances. SLEEP 2011; 34; 4: 451- 458. (a)
  6.  Mindell JA, Du Mond CE, sadeh A, Telofski LS, Kulkarni N, Gunn E. Long-term Efficacy of an Internet-based Intervention for Infant and Toddler Sleep Disturbances: One Year Follow-Up. J Clin Sleep Med 2011; 7; 5: 507-511 (b)
  7. Núñez Jover. La ciencia y la tecnología como procesos sociales. Lo que la educación científica no debería olvidar. Organización de Estados Iberoamericanos.

Versión PDF de este artículo





[1] Como Método Estivill en este artículo vamos a identificar la técnica cognitivo conductual denominada en la literatura científica como: Controlled comforting (consuelo controlado), controlled crying (llanto controlado) o graduated extinction (extinción gradual).

[2] El campo interdisciplinar CTS sitúa su origen entre los años 60 y 70 del siglo pasado a partir de la publicación de dos obras emblemáticas: La Estructura de las Revoluciones Científicas de Thomas S Kuhn y La Primavera Silenciosa de Rachel Carson. La primera abriría la puerta a la tradición académica (también llamada europea) y la segunda a la activista (o americana). Mientras la primera se centraba en la influencia que la sociedad tenía sobre la ciencia, la segunda lo hacía en la denuncia de los efectos indeseables que la ciencia tenía sobre la sociedad. A día de hoy ambas tradiciones tienden a la convergencia y, desde su nacimiento, los estudios CTS han ido dejando interesantes teorías que esclarecen y permiten comprender la complicada e intensa relación existente entre la ciencia, la tecnología y la sociedad.

[3] Robert King Merton (1910-2003) fue un sociólogo americano que dedicó gran parte de su carrera a enseñar en la universidad de Columbia y que es considerado el padre de la verdadera sociología de la ciencia. Según Merton, la ciencia es una institución cuyo objetivo es la extensión del conocimiento certificado, y este objetivo necesita descansar en un conjunto de normas que permitan su existencia y su diferenciación social respecto a otras instituciones. Estas normas las resume en su famoso acrónimo CUDOS (en versión inglesa, CUDEOS en la española), que además coincide fonéticamente con el término griego KUDOS, traducible en griego como “el renombre o la fama consecuencia de un descubrimiento”. CUDOS resume así los principios de la buena ciencia: Comunalismo (los hallazgos de la ciencia son producto de la colaboración y son asignados a la comunidad y compartidos por todos sus miembros), Universalismo (las pretensiones de verdad son sometidas a criterios impersonales, tales como la adecuación a la experiencia y el conocimiento confirmado), Desinterés (el investigador trabaja por amor al conocimiento y el reconocimiento de sus pares y comunidad), Originalidad (las aportaciones son siempre de nuevo conocimiento) y E(S)cepticismo (el investigador no puede distinguir entre lo sagrado y lo profano, todo debe ser discutible)   (Jimenez Ruedo & Ramos Vielba, 2009).

[4] Kuhn (Cincinnati, 1922 - Cambridge, 1996), considerado el padre de la corriente académica de los estudios CTS, introduce los conceptos de Ciencia Normal (CN) versus Ciencia Revolucionaria (CR) o Extraordinaria. La CN se centraría en la resolución de problemas sin poner en entredicho el marco analítico general o los contornos del paradigma vigente en un momento dado, mientras que la CR sería el resultado de la crisis generada por las contradicciones que va generando el paradigma establecido, por lo que en ella se produce un cambio fundamental del mismo. En el periodo de CR las reglas hasta entonces comúnmente aceptadas (el status quo) se ponen en cuestión y con el cambio de paradigma se resuelven las contradicciones generadas (Nuñez Jover).

[5] Ziman (1925 - 2005) en el año 1994 acuñó el término Ciencia Post-académica (CPA) como contraposición a la Ciencia Académica (CA) que correspondería a la ciencia mertoniana. Para Ziman CUDOS no sirve para entender las dinámicas sociales que rigen la CP ya que, entre otras cosas, ésta última está fuertemente influenciada por intereses económicos y queda caracterizada por su carácter apropiable e interesado, y por estar sujeta a la autoridad de los gestores y proyectos realizados por encargo (Jimenez Ruedo & Ramos Vielba, 2009).

[6] También en los inicios de los años 90 Funtowicz y Ravetz acuñaron el término Ciencia Post-normal (CPN) como contraposición al concepto de Ciencia Normal (CN), introducido por Kuhn. La CPN se caracterizaría por sus altas dosis de incertidumbre, y su punto de partida es el reconocimiento de que la incertidumbre es inherente a los sistemas complejos: la base del conocimiento se caracteriza por las incertidumbres, la multicausalidad y el entendimiento imperfecto. La CPN aparece cuando las incertidumbres son de tipo epistemológico o ético, y en ella coexisten la gestión de la incertidumbre con la observación de los fenómenos bajo el prisma de los fundamentos teóricos y todo ello, a su vez, con la pluralidad de perspectivas y compromisos. Es en el espacio de la CPN dónde la práctica científica puede afrontar los desafíos implícitos en los contextos complejos en los que colisionan pluralidad de actores y valores. Para ello se articula – y esta es la característica más destacable de la CPN – la participación pública.  (Jimenez Ruedo & Ramos Vielba, 2009).

[7] En el capítulo 5 del Debate Científico sobre la Realidad del sueño infantil se encuentra la discusión sobre los estudios realizados hasta el momento y se demuestra cómo, debido a sus limitaciones, no son capaces de asegurar la inocuidad del método en cuestión.
 
[8] Evangelio de San Mateo capítulo 13, versículos 11-13: “Porque al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.”

lunes, 27 de octubre de 2014

SÍ, ES CIERTO, ES INMORAL.............

Sí, es cierto, hay mucha inmoralidad asociada a la maternidad. 

Porque es inmoral: 


..................Que al ir a parir te traten como una enferma. Te obliguen a tumbarte y a ponerte un gotero. Te inmovilicen. Te infantilicen. Te quiten a tu bebé y ni te dejen verlo. Que no te lo pongan sobre tu piel, ni le permitan cogerte el pecho.

............... Que se lleven a tu hijo al nido, sin respetar ese continumm tan importante para el establecimiento de una lactancia exitosa y del vínculo entre madre e hijo. Que le den suplementos innecesarios. Que nadie te asesore correctamente sobre como amamantar e iniciar la lactancia de manera exitosa. Que te digan que "es normal que duela" o que tu leche "no es buena" o que "no tienes suficiente".

.................. O que te presionen a amamantar sin ofrecerte en ningún momento las herramientas necesarias para hacerlo saludablemente. Que te juzguen y te limiten a un conjunto de datos estadísticos. Que te den a entender que ellos lo saben todo y tú no sabes nada.

................. Que te dejen aislada en casa, con tu criatura recién nacida, sin vida social, con tus actividades limitadas, no porque hacerlas no sea bueno para tu bebé y para ti, sino porque es "socialmente inconveniente". Que te obliguen a separarte de tu hijo para incorporarte a tu vida social y laboral. Que esta sociedad no considere la maternidad como una de sus principales prioridades y, muy al contrario, pretenda tenerla escondida en el trastero.

................... Que te hagan sentir vergüenza por amamantar a tu hijo en medio de una comida familiar, laboral o de amigos, en medio de un supermercado, de un cine, en el asiento del autobús o en el borde de la piscina (¿Cómo dices?¿Que es "antihigiénico"? no me hagas reír, por favor............. ¿Sabes cuanta agua de la piscina ha tragado ya esa criatura que se ha bañado en ella?¿Realmente crees que la poquita que chupa del pezón de su madre le va a afectar? Y por el otro lado, ¿realmente piensas que una improbabilísima gota de leche materna que pueda caer al agua va a cambiar en absoluta el potencial infeccioso de ese agua llena de sudor, restos de pelos y piel y, probablemente, hasta pipís).

Sí, en esta sociedad hay muchos comportamientos inmorales asociados a la maternidad pero, desgraciadamente, no son los que se denuncian.

Llevamos unos día en los que he llegado a creer que la vieja "Inquisicion Española" ha salido de su tumba (será por la proximidad de Halloween) y se ha colado entre los perfiles de Facebook porque en menos de una semana han bloqueado a Alba Padrós, el blog Tenemos Tetas de Ileana Medina y a Liliana Castro de Fundación Camino Claro. A Nohemí Hervada, nuestra luchadora más empedernida por la libertad de expresión y manifestación, le han dado un aviso. 

Pues para todos estos inquisidores de pacotilla, aquí os dejo una divertida y reivindicativa canción, a ver si se os dulcifica vuestro agriado carácter de moralistas casposos.

Porque nosotras amamantamos cuándo, dónde, cómo y cuánto nuestros hijos y nosotras queramos.

¡FALTARÍA MÁS!


viernes, 3 de octubre de 2014

¿POR QUÉ TENGO QUE DORMIR SOLITO?

Pocos temas hay tan controvertidos en la literatura científica sobre el sueño infantil como la relación entre la muerte súbita del lactante (o SIDS por sus siglas en inglés: Sudden Infant Death Syndrome) y el compartir cama con el bebé. Si visitáis el capítulo 4 de El Debate Científico sobre la Realidad del Sueño Infantil, podréis comprobar que existen cientos de artículo tratando de elucidar si el colecho, entendido como compartir cama, es, por sí mismo y en ausencia de otros factores, un riesgo que aumenta la probabilidad de SIDS. 

Lo curioso es que, a pesar de la falta de evidencias sólidas que apoyen la hipótesis de que practicar colecho seguro (esto es, compartir cama con un bebé respetando unas ciertas condiciones de seguridad) aumenta su riesgo de morir (sea por SIDS o sea por estrangulamiento o ahogo) diversos profesionales - entre los que destacan los miembros de la Task Force on Sudden Infant Death Syndrome (compuesta por John KattwinkelFern R. HauckRachel Y. MoonMichael MalloyMarian Willinger) de la Academia Americana de Pediatría (AAP) - se sienten con la autoridad suficiente como para lanzar recomendaciones unilaterales en contra del "compartir cama" que generan campañas tan agresivas como esta: 




Esta campaña ya es antigua y ya generó un caliente debate en los foros científicos y de crianza. Lo que me ha hecho volver a ella y traer aquí estas fotos ha sido un trabajo recientemente publicado en la prestigiosa revista Pediatrics, dirigido por Rachel Y. Moon, miembro de la Task Force on Sudden Infant Death Syndrome. y que ha generado un comunicado de la AAP con este sugerente título: 


"Compartir cama se mantiene como el factor de riesgo más importante para las muertes de bebés durante el sueño"


Además de artículos de divulgación en los que se afirma que:


"Compartir cama con bebes de 0-4 meses es extremadamente peligroso"

Estos mensajes tan unilaterales y rotundos me han llenado de sorpresa porque precisamente acababa yo de leer un (excelente) artículo del doctor Blair, en el que afirma todo lo contrario. Este estudio, realizado con el fin de profundizar en este delicado tema solventando algunas de las limitaciones de otro polémico trabajo de Capenter (publicado en el año 2013 en la gran BMJ), trata mucho más rigurosamente las variables estudiadas por Carpenter, llegando a la conclusión de que no sólo el compartir cama con el bebé en un ambiente seguro no aumenta el riesgo a ninguna edad, sino que además tiende a disminuirlo en los bebes mayores de tres meses. 

Claro que Blair publica en Plos One, que no es ni Pediatrics ni BMJ en cuanto a factor de impacto, aunque es una revista que ha demostrado tener de los revisores más rigurosos de la literatura cientifica. Pero como de momento el factor de impacto es lo que prima, la publicación de Blair no tendrá la repercusión en los medios de divulgación que pueden tener los artículos de Carpenter o Moon.  (El problema, digo yo, es que Pediatrics es la revista de la AAP, así que dudo que reciba con agrado el mensaje de Blair..... pero ese es otro tema que tal vez deba ser tratado en otra ocasión).

El caso es que leyendo el articulo dirigido por Moon me he quedado bastante alucinada: un trabajo que pretende elucidar los riesgos del "compartir cama" en ningún momento se molesta en estudiar esas variables que REALMENTE influyen en el riesgo que representa este comportamiento. 

Para empezar, su definición de "compartir cama" es surrealista: 

"Bed-sharing was defined as the infant sleeping on the same surface with a person or animal"

"Compartir cama se define como el bebé durmiendo en la misma superficie con una persona o animal"


Si leéis el apartado de Colecho y SIDS del Capítulo 4 de la revisión del sueño infantil podréis comprobar que los estudios del profesor McKenna y la doctora Helen Ball entre otros, destacan la importancia de que el colecho se realice entre MADRE y BEBÉ, además de hacer hincapié en el efecto protector de la lactancia materna, ya que influye de manera determinante en la postura de la madre respecto a su hijo. También veréis que estos y otros investigadores defensores del colecho advierten de la importancia de que el bebé (sobretodo los primeros meses de vida) no comparta cama con niños más mayores, varios adultos o incluso con el padre. Por lo tanto: el colecho de los bebés pequeños no es comparable cuando se realiza con la madre a cuando se realiza con otras personas. Y ya ni entro en el tema de los animales. 

Segundo agujero negro del artículo: la definición de "cama de adulto". Según estos autores

"Adult bed included adult bed, waterbed, adult mattress, bunk bed, child’s bed, sofa bed, and air mattress".

"Cama de Adulto incluye camas de agua, colchones de adulto, camas infantiles, sofá-camas y colchones de aire"

De nuevo os remito al apartado de Colecho y SIDS del Capítulo 4 para que comprobéis como dentro de las condiciones de "colecho seguro" no están incluidas ni las peligrosas camas de agua, ni, muy especialmente, los sofás, los cuales son considerados por Blair uno de los mayores factores de riesgo. No sé si el término sofá-cama podemos extrapolarlo a sofá sin más, pero yo creo que sí porque es evidente que un sofá-cama difícilmente tendrá esas condiciones de seguridad imprescindibles para el colecho seguro, y que implican que la superficie sea firme y los bordes estén protegidos para que el bebé nunca pueda quedar atrapado o caerse. Como otro de los requisitos es que la cama sea lo suficientemente amplia, creo que también deberíamos descartar la cama infantil. En cuanto a los colchones de aire, creo que se les puede aplicar el mismo principio que a los de agua y considerarlos extremadamente peligrosos. 

Por lo tanto, no es de extrañar que una investigación realizada en semejantes condiciones llegue a la conclusión de que compartir cama con el bebé menor de 3 meses es peligrosísimo. No puedo evitar imaginarme a un pequeño recién nacido durmiendo sobre un colchón de agua, con un gran danés a un lado y un padre borracho al otro. Así, sí: el colecho es insegurisísimo. El milagro es que no haya salido inseguro después de los 3 meses de edad también, porque en semejantes condiciones creo que hasta un adolescente estaría en peligro. 

Este trabajo no tiene ninguna posibilidad de valorar el riesgo real de lo que los especialistas llaman colecho seguro. Y sólo un trabajo que pueda hacerlo debería permitirse lanzar mensajes tan rotundos a la población. Porque demonizar el colecho seguro puede tener terribles consecuencias para la salud de nuestros bebés. El habitat natural del recién nacido es el cuerpo de su madre. Dormir con su madre en unas condiciones de seguridad perfectamente controladas es lo mejor para el bebé, su sueño, su desarrollo y el establecimiento de la lactancia que, como bien sabemos, es uno de los mayores protectores de la SIDS. No podemos olvidar tampoco el riesgo que supone que los agotados padres se duerman con el bebé en brazos en sillones y sofás durante las tomas nocturnas, porque tuvieron miedo de meterse al bebé en la cama. Muertes en estas condiciones han sido descritas y creo que no deben ignorarse. 

Los estudios que valoran el riesgo del colecho planeado con anterioridad, practicado de manera habitual y en condiciones de seguridad no han encontrado que aumente el riesgo de SIDS. Los mensajes sensacionalistas derivados de trabajos sesgados, incompletos, nada rigurosos y bastante mediocres (por mucho que sean un Pediatrics) sólo pueden hacer daño. Me sorprende esta enorme falta de responsabilidad por parte de los profesionales que actúan así y no entiendo con que finalidad lo hacen. 

Así que no, pequeño mío, no tienes que dormir solito. Puedes dormir aquí, bien cerquita del pecho de tu madre. Que yo te cuido, te alimento, te abrazo, te acurruco....... te protejo mientras duermes. Y lo hago porque quiero, porque me lo pide el cuerpo, porque me lo pides tú y porque la ciencia, la buena ciencia, no encuentra nada en contra, más bien todo lo contrario. 





jueves, 7 de agosto de 2014

MADRE


Naciste y fuiste criada en una sociedad patriarcal, machista, excluyente, amenazadora y castradora de la feminidad.

Te tocó ser niña en un mundo para adultos, mujer en un mundo para hombres y, ahora, anciana en un mundo para jóvenes.

Educada para someterte a todos y cuidar de todos porque sí, porque te toca, porque ellos lo dicen y tu no tienes voz.

Por amor debiste entregarlo todo: tu cuerpo, tu tiempo, tu libertad, tu vida.

Te cortaron las alas y exigieron que sostuvieras el vuelo de los demás.

Y a pesar de todo te sientes agradecida a la vida y sientes que has sido y que eres feliz.




Pero yo no

Yo no me someto.

Yo quiero cambiarlo

Por mí, por mis hijos, por los hijos de todas, por las hijas de todas.

Yo quiero resucitar a La Madre, a La Bruja, a la Loba, a la Diosa.

Yo voy a tejerme alas de nuevo, para volar mi vuelo, para volar con ellos.

Yo voy a ser Yo. Se acabo el personaje.

Y en ese camino - doloroso, para ambas - espero que nunca dudes

de que soy de tu linaje

de que mi impulso se apoya en ti

de que soy lo que soy porque tú estás en mí

de que te quiero

te quiero mucho


Tu Hija

miércoles, 9 de julio de 2014

EL SUEÑO INFANTIL ¿UN CONFLICTO DE INTERESES? (III)

EL PESO DE LA CULTURA EN NUESTRA CIENCIA


En el primer artículo de esta trilogía os he presentado la hipótesis del profesor David Haig, publicada en la revista Evolution, Medicine and Public Health, según la cual los despertares nocturnos durante la segunda mitad del primer año de vida del bebé tienen como objetivo retrasar en lo posible un embarazo en la madre, a pesar de que comprometen el bienestar de ambos al no permitirles un sueño más consolidado. Todo esto sólo estaría demostrando que el comportamiento del sueño infantil es simplemente la manifestación de dos conflictos: uno inter-generacional (entre los padres y sus descendientes), y el otro intra-genómico (entre los genes de origen materno y los de origen paterno presentes en el ADN del hijo) y, por lo tanto, sería simplemente el equilibrio al que la naturaleza ha llegado entre los intereses y la necesidad de todas las partes (hijo, madre y padre). Según Haig, este comportamiento no garantiza ni la salud ni la felicidad del bebé, ya que solo ha sido la solución natural a un conflicto de intereses. El comportamiento instintivo no garantiza la felicidad. Nunca hubo un paraíso perdido para la madre y el bebé al que podamos retornar liberándonos de los determinantes culturales

Como ya sabréis si habéis leído el segundo artículo de la trilogía, este trabajo de Haig ha suscitado diversas respuestas, dos de las cuales abrieron un interesante debate entre su punto de vista y el de lo que él denomina la "medicina evolutiva". El profesor James McKenna y la doctora Katie Hinde rebatieron los argumentos de Haig argumentando, entre otras cosas, que los despertares nocturnos son un fenómeno muy complejo  que no puede estudiarse fuera de su contexto cultural y que lleva asociados numerosos beneficios que Haig no está teniendo en cuenta.

Y es que, como bien señala el profesor McKenna, la hipótesis de Haig difícilmente se sostiene frente a las observaciones de la ciencia empírica: desde el simple hecho de que el bebé no es el único en provocar todos los despertares, hasta la enorme cantidad de causas  diferentes que los provocan, la compleja interrelación entre la madre y el bebé durante el sueño, o los importantes efectos que la lactancia materna y la evolución en la arquitectura del sueño pueden llegar a tener en el desarrollo neurológico y cognitivo de la criatura.

En este tercer y último artículo de la trilogía me gustaría exponeros mi propio punto de vista  y mi análisis del artículo de Haig. Supongo que no vale la pena que os diga que estoy prácticamente al 100% de acuerdo con McKenna y Hinde. Ya conocéis mis tendencias personales. Pero me gustaría comentar un poco más a fondo dos aspectos del trabajo de Haig que me han parecido muy importantes por su repercusión en lo que hoy en día llamamos Crianza Natural o Crianza con Apego,  denominaciones que, reconozco, a mí no me gustan demasiado, por lo que yo prefiero utilizar el termino que acuñó Ileana MedinaCrianza Corporal, término me gusta mucho más porque creo que es el que mejor expresa mis sentimientos ante mi maternidad y la crianza que quiero ejercer con mis hijos.


1- No Existe un Paraíso Perdido


Como bien sabéis, la crianza corporal sienta sus bases en la medicina y la biología evolutiva, por lo que se caracterizaría fundamentalmente por el respeto que muestra hacia el comportamiento considerado "instintivo", y por la confianza que manifiesta en la naturaleza para desarrollar los comportamientos más saludables tanto en el bebé como en sus padres. Con su trabajo Haig lanza una bomba a los cimientos mismos de esta filosofía, al asegurar que el comportamiento instintivo no garantiza la salud y la felicidad del bebé, ya que su objetivo es llegar a un equilibrio que garantice la máxima idoneidad de al menos uno de los dos individuos enfrentados: el bebé y su madre. Como explica él mismo en su contrarespuesta a las respuestas de sus colegas, uno de los dos objetivos de su trabajo era demostrar que los bebés no estarán más sanos y felices si volvemos a los métodos naturales de crianza. El resultado de la evolución no es necesariamente saludable para el individuo y, de la misma manera, un comportamiento culturalmente establecido o moderno no es obligatoriamente pernicioso.

Las razones por las que hace esta afirmación las veremos más en detalle en la segunda parte de este artículo. Ahora me gustaría centrarme en la conclusión que saca a partir de dicha afirmación: ningún comportamiento cultural necesita ser cambiado por mucho que se aleje del comportamiento "instintivo" si no se demuestra que es pernicioso. En este contexto esto significa que los profesionales de la pediatría del sueño no tienen por qué aconsejar en contra del sueño en solitario, comportamiento establecido culturalmente, y a favor del colecho, comportamiento natural, ya que no se ha demostrado que el sueño en solitario haya provocado una patología.

Si bien he de reconocer que  estoy de acuerdo con Haig en que no todo lo "cultural"  es obligatoriamente "pernicioso", considero que su abordaje es muy cuestionable. Y es que la noción de lo que es o no es patología también puede tener unas bases muy culturales. ¿Que ocurre cuando en una cultura lo patológico se normaliza? Pues que deja de reconocerse la patología. Han tenido que pasar muchos siglos para que costumbres como vendar los pies de las niñas o mutilar sus genitales empiecen a verse como un maltrato inaceptable, y a reconocerse los graves problemas de salud que provocan. Pero sin llegar a casos tan extremos, también tenemos ejemplos de costumbres que podrían estar produciendo patologías reconocidas, pero cuya causa no se identifica con la costumbre. En este caso la búsqueda de tratamiento suele centrarse en cambiar algo en las personas que la sufren, pero no en cambiar la costumbre en sí misma. El sueño, no solo infantil, es un gran ejemplo de este tipo de comportamiento. Algunos investigadores, como la doctora Worthman, consideran que la epidemia de insomnio que sufrimos los adultos occidentales puede muy bien ser debida a que pretendemos dormir en unas condiciones muy alejadas de nuestras condiciones naturales, además de que el sueño consolidado durante toda la noche podría ser un mero artefacto cultural. Pero la medicina del sueño, lejos de reconsiderar cómo, cuánto y cuándo pretendemos dormir para adaptarnos a nuestros determinantes culturales, se limita a medicar o tratar a los individuos que no se ajustan a la costumbre establecida.

El mundo de la pediatría occidental  lleva más de cien años asumiendo que la manera correcta de poner a dormir a los bebés es en solitario. De esta forma considera que, ya que el sueño en solitario es lo establecido en nuestra sociedad, ese es el modelo de sueño saludable que tienen que tomar los investigadores. Esto ha producido un fenómeno que nos explica muy bien el profesor  McKenna: actualmente se define como "sueño saludable" el sueño del bebé durmiendo en solitario y alimentado con biberón, con muy escaso o ningún contacto con su madre, en lugar del sueño del bebé que colecha y es amamantado a demanda. Por eso la pediatría del sueño recomienda el sueño en solitario, sin haber valorado nunca científicamente las repercusiones del cambio (del colecho al sueño en solitario), ya que es la condición necesaria para reproducir lo que consideran sueño saludable.

El problema es que un número muy importante de bebés y niños no se adaptan fácilmente al sueño en solitario. En occidente alrededor de un 30% de nuestros bebés y niños sufren una patología llamada Insomnio Infantil por Hábitos Incorrectos (abreviado como BIC por sus siglas en inglés), cuyo origen teórico son los "malos hábitos" del niño, y debe ser tratada con técnicas conductistas para redirigir el comportamiento.

Si nos paramos a escuchar a estos bebés y niños "enfermos" de BIC veremos que la principal razón de su "insomnio" es que necesitan la presencia de sus padres, especialmente su madre, para conciliar el sueño. O sea, necesitan sus condiciones naturales para dormir: necesitan colechar. Poned a estos niños a dormir con su madre y veréis que pronto se curan de su enfermedad. Pero un sector importante de la pediatría del sueño ni siquiera considera la posibilidad de que la causa principal del BIC pueda ser el sueño en solitario por sí mismo, o que el comportamiento de estos niños "enfermos" ante esta imposición sea un comportamiento determinado por su instinto de supervivencia, tal y como nos demuestran disciplinas como la biología evolutiva o la antropología. 

Por lo tanto tenemos dos razones principales que impiden a estos profesionales del sueño infantil occidentales identificar el verdadero origen del BIC:  La primera es este sesgo cultural que sufre  la pediatría del sueño y que le impide cuestionarse las razones por las que aconseja poner al bebé a dormir solo (esto está bien hecho porque se hace así, y se hace así porque está bien hecho); y la segunda es su visión unidisciplinar que ignora los datos provenientes de otras disciplinas como la biologia evolutiva y la antropología.

Así que, como el sueño en solitario no se identifica como causante del BIC, siguiendo la corriente de pensamiento de Haig, no se considera necesario cambiarlo. Por el contrario, se aconseja que lo fuercen por medio de técnicas de adiestramiento. Se refuerza el origen de la enfermedad pero la enfermedad se trata modificando el comportamiento del "enfermo" para que no manifieste su rechazo a someterse a dicha costumbre. Se tratan los síntomas a la vez que se ignora la causa.

En este punto a mí me gustaría hacer una pregunta: dado que para la pediatría del sueño occidental el sueño en solitario de nuestros hijos es algo tan incuestinablemente óptimo y beneficioso, ¿Cuales son los orígenes de esta costumbre? ¿Tiene por lo menos sus cimientos bien asentados en el método científico (ese al que estos profesionales recurren tanto para defender sus recomendaciones?

Desgraciadamente sus respuestas serán: 1) El origen no es un hecho concreto, sino diversas circunstancias del pasado, muchas de las cuales ya han desaparecido; y 2) en absoluto (ver este artículo de McKenna et al para más información). Así que desde la pediatría del sueño occidental nos imponen una costumbre sin bases científicas que, además, está provocando una patología llamada BIC, pero todavía nos dicen que, como el comportamiento natural no ha demostrado ser mejor, no tenemos ninguna razón para cambiarla.

Y lo cierto es que asegurar que no se ha demostrado que el colecho es mejor que el sueño en solitario, también es muy cuestionable. Hoy en día sospechamos que abandonar el comportamiento natural de nuestra especie, el colecho, también tiene toda una serie de efectos asociados que han sido sistemáticamente ignorados hasta que en el siglo pasado empezaron a realizarse los estudios necesarios para sacarlos a la luz. Si desde la neurología, la psiquiatría o la psicología no nos hubieran llegado todos esos descubrimientos que muestran el terrible efecto del exceso de estrés en el desarrollo neurológico y lo estresante que resulta para el bebé ser separado de su madre o la aplicación de técnicas conductuales basadas en el llanto, tal vez nunca se hubiera cuestionado ni el sueño en solitario ni la manera de conseguirlo.

Por eso resulta extremadamente cuestionable anteponer una costumbre cultural - establecida por unos determinantes presentes en una época pasada y que ya ni siquiera existen - a un comportamiento instintivo, establecido por miles de años de evolución y que está profundamente arraigado en nuestra naturaleza de mamíferos primates. No se trata de volver a vivir "en las cavernas". Se trata de respetar y aceptar lo que somos. Se trata de reconocer que la naturaleza, que también es madre de nuestro evolucionado neocórtex, tiene muchas razones que se nos escapan, por lo que todo lo determinado por ella merece un respeto mucho más profundo del que le estamos demostrando.

Porque los humanos tendemos a simplificar para poder estudiar y comprender, y esto nos lleva a cometer errores importantes, ya que la gran mayoría de fenómenos solo pueden llegar a ser mínimamente comprendidos desde un abordaje multidisciplinar. Que los efectos del sueño infantil en solitario solo hayan empezado a entenderse en profundidad cuando ciencias como la neurología o la antropología han añadido sus observaciones a la pediatría, demuestra la imperiosa necesidad de basar cualquier recomendación o tratamiento concerniente a la salud y el bienestar en una visión multidisciplinar. Sobre el sueño infantil no solo deben hablar los pediatras. También los biólogos, los antropólogos y los neurologos, por lo menos. Y seguro que todavía hay más profesionales, como los psiquiatras, los psicólogos o los pedagogos, con cosas que decir. 

Por lo tanto, creo que Haig va demasiado lejos cuando se atreve a afirmar que el sueño en solitario no debería ser cuestionado si no demuestra efectos patológicos, basándose en sus limitadísimas observaciones y teorizaciones. Y ya no digamos cuando se atreve a cuestionar a la lactancia materna como el mejor alimento para el bebé. Miedo me da que sus palabras caigan en las manos de estos pediatras televisivos y bestsellers que las utilizarían para sentar cátedra sobres sus métodos conductistas de adiestramiento.

Porque, por desgracia, todavía existen profesionales que echan mano de la ciencia que les interesa, descontextualizándola, para convertir afirmaciones todavía en debate en verdades establecidas, todo con el fin de conseguir unos buenos beneficios diseñando cuestionados tratamientos que venden a base de generar miedo. Para sacar la ciencia de su espacio natural, los congresos y publicaciones científicas, y lanzarla a la sociedad en forma de artículos o libros de divulgación hay que tener un mínimo de ética y moral, y hacerlo siempre con la intención de informar y nunca de escandalizar o manipular, aprovechándose de la autoridad que da un título universitario o un doctorado para convencer al lector no especializado de que una corriente concreta es la única ciencia que existe, cuando eso raramente es verdad porque, si algo existe en el mundo científico, es el debate. Así que, para ser sincera, no es realmente la hipótesis de Haig, o incluso su audacia, lo que me asusta de su trabajo. Es el mal uso que pueden llegar a hacer de él los que les conviene. Al fin y al cabo, lo de Haig es simple teorización y no sirve para hacer ningún tipo de recomendación.

De hecho, tal y como entiendo yo que afirman tanto Haig como McKenna, ningún estudio científico, ninguna visión uni-disciplinar, debería ser el punto final para lanzar recomendaciones a la población, sino siempre herramientas que ayuden a cuestionar lo nunca cuestionado, y a conseguir otras perspectivas que amplíen la visión original. Cuando se trata de dar  recomendaciones para la salud y el bienestar de la población hay que hacerlo desde comités multidisciplinares que analicen cada faceta de la realidad desde todos los ángulos posibles y, aun así, como bien dice McKenna, el "one size fits all" no es, en la mayoría de los casos, la mejor estrategia. Desde luego, en el mundo del sueño infantil, no.


2. Una Vida Basada en el Conflicto


Otro punto de esta polémica publicación de Haig que yo quisiera debatir es su afirmación de que el comportamiento establecido mediante la evolución no es obligatoriamente el mejor o más saludable para el bebé porque se ha establecido como resolución de un conflicto. El punto de partida de toda la hipótesis de Haig es que la relación madre/hijo se asienta en un conflicto de intereses. Como ejemplo de ello utiliza el embarazo: un estado que él considera inestable, menos eficaz y menos robusto (dadas todas las complicaciones asociadas), que cualquier otro sistema. Algo que, según él, es debido al conflicto de intereses entre la madre y el feto. De hecho, Haig  parte de que la evolución entera se reduce a la búsqueda del equilibrio entre innumerables conflictos. 

Hasta McKenna le da la razón y acepta la existencia de este conflicto inter-generacional. Y yo no puedo evitar ver aquí un sesgo cultural brutal. Y es que nuestra cultura está basada en el individualismo, la competencia y el conflicto. Cada individuo busca su propia supervivencia individual, su propia felicidad, su propia salud y, por lo tanto, entra en un conflicto continuo con sus semejantes por lo que todas sus relaciones se basan única y exclusivamente en encontrar el punto de equilibrio entre sus intereses y el del otro. Así que no es raro que estudiemos la naturaleza desde esta posición, y todo lo interpretemos desde el mismo punto. A mí misma me cuesta mucho salir de ahí y observar desde un punto totalmente diferente: el de la cooperación.

Porque ¿Realmente creéis que la vida se ha basado en el conflicto permanente para mantenerse? ¿Y si cambiamos de posición, nos quitamos nuestras gafas culturales e intentamos ir más allá ? Supongo que eso hizo en su momento el profesor Máximo Sandín, biólogo, profesor jubilado de la Universidad Autonoma de Madrid. Sandin aboga por una visión alternativa de la biología y de la vida, una visión basada en la cooperación y la cooordinacion y no en la competición y el conflicto. Según sus propias palabras:
"La concepción competitiva y reduccionista de las relaciones entre los seres vivos (incluso entre sus más íntimos componentes) ha conducido a una visión sórdida y deformada de la Naturaleza y ha provocado graves desequilibrios entre sus componentes fundamentales".
Si os interesa su obra y filosofía la encontraréis en su página web. Yo tengo como tarea pendiente para este verano leerle más profundamente porque, aunque estoy segura de que encontraré puntos para discrepar, su nuevo enfoque me parece sumamente interesante. Al menos el profesor Sandin se atreve a cuestionar lo establecido buscando un nuevo punto de partida desde el cual entender la biología. Sandin da un salto del conflicto y la competencia a la coopeeración y la colaboración.  

Porque si nos vamos al extremo del pensamiento hay una realidad incuestionable y es que ningún individuo de ninguna especie puede sobrevivir absolutamente aislado de todos los demás. Y lo cierto es que ésta sería la situación ideal desde el punto de vista de la resolución de conflictos ¿no? No hay congéneres, por lo tanto no hay conflictos. Pero ¡Que fallo! Sin congéneres no puedo sobrevivir. Por lo tanto cada uno de nosotros necesita a todos los demás. Pero ¿Para qué? ¿Para vivir en un continuo conflicto que solventar? ¿Realmente es esa toda nuestra finalidad y toda la finalidad de nuestros genes?

A lo mejor no. A lo mejor hay que buscar la respuesta en el extremo contrario para que tenga sentido. Necesitamos unos de otros para colaborar. Y esta no es más que una manera más científica y menos cursi de decir que necesitamos unos de otros para amarnos

¿Y hay un amor más venerado, reconocido e idealizado en nuestro mundo que el amor de una madre por su hijo? ¿Por qué hacemos ciencia sobre la relación madre e hijo partiendo desde el conflicto y no desde el amor? Pues porque esta corriente de pensamiento científico de Haig no es un fenómeno nuevo, sino que ya tiene años a la espalda. Como ya he dicho, nuestra cultura está basada en el individualismo, la competencia, la lucha de poderes y el dominio del fuerte sobre el débil. Por lo tanto, nuestra ciencia también. Por eso hemos basado la crianza de nuestros hijos en una ciencia basada en el conflicto, y los criamos desde la dominación y la competencia. Tus intereses contra los míos, tu bienestar contra el mío.

Si miramos con las gafas que se ha puesto el profesor Sandin veremos como, desde sus orígenes, la vida se ha basado en el amor - llámalo cooperación, llámalo atracción, llámalo colaboración, da igual - para mantenerse y evolucionar. Sin la simbiosis entre bacterias nunca existiría una célula eucariota. Sin la unión de las células eucariotas nunca existiríamos los seres pluricelulares. Sin la simbiosis entre eucariotas y procariotas no existiríamos nosotros. Que el conflicto entre los seres vivos - tanto de especies diferentes como de la misma - existe es innegable, pero no es necesario convertir este conflicto en el motor y la razón de todo. Por el contrario, casi podría considerarse que éste se manifestaría principalmente en los casos patológicos en los que el sistema no funciona o funciona mal. Así, el parásito que mata al huésped acaba matándose a si mismo, pero el simbionte que llega a un compromiso se beneficia él también. 

Y ahora mira los despertares nocturnos desde esa perspectiva y dime que ves. Yo veo una criatura creciendo, cuyo sueño tiene una arquitectura particular y en evolución, posiblemente porque su pequeño cerebro en desarrollo necesita pasar por esas fases para desarrollarse correctamente. Una criatura pendiente y dependiente de la presencia de su madre, su hábitat natural en este periodo de exterogestación. Veo una madre inundada de oxitocina y prolactina, desde cuyo cuerpo fluye todo lo necesario para mantener a su hijo con vida: calor, confort, olor, sonido y alimento. Veo un bebé abandonándose en su hábitat a la seguridad de estas señales. Veo una encarnación más del Amor que todo lo envuelve para que la vida siga.

¿Conflicto? Pues no, ahora no. Y desde esta posición me importa muy poco si estos despertares, además de todos los beneficios demostrados, retrasan la ovulación en la madre para permitir exclusividad a su hijo y todavía me importan menos todas las fórmulas matemáticas necesarias para demostrar estos teóricos conflictos-inter generacionales o intra-genómicos. Porque todo esto sólo son teorizaciones de la realidad que no reflejan ni un átomo de su inmensa complejidad. 

Donde Haig ve conflicto yo veo amor, cooperación, coordinación y colaboración. Donde él ve un comportamiento instintivo inútil yo veo un comportamiento complejo con múltiples funciones, la mayoría de ellas desconocidas para nuestra ciencia, todavía en pañales, a pesar de que nosotros nos creemos muy sabios. Donde él se atreve a afirmar con rotundidad que un comportamiento es desechable, yo solo siento un enorme respeto por la naturaleza que lo ha provocado, lo que me obliga a ser extremadamente cautelosa a la hora de recomendar nada desde un neocórtex no tan inteligente como se cree a sí mismo, y producto de la misma naturaleza que se está permitiendo cuestionar.

En resumén: creo que la característica más destacable del trabajo de Haig es su enorme sesgo cultural. Sesgo que se manifiesta, tanto en la ceguera que no le permite identificar el sueño en solitario como generador de una patología del sueño infantil, como en su consideración del conflicto como fuente y motor de la evolución y la vida. Como bien dice McKenna:
"En pocos lugares los valores sociales, las expectativas y las preferencias de la sociedad occidental industrializada están tan fuertemente reflejados como en los modelos clínicos de lo que se supone que es un sueño normal y una manera normal de dormir durante el primer año de vida del bebé. En el campo de la medicina pediátrica del sueño, por lo que parece, las interpretaciones culturales han predominado sobre las biológicas, a menudo sin que los propios científicos fueran conscientes" (McKenna  et at 2007).

Creo que precisamente este artículo es un ejemplo de tan sabias palabras.

Finalmente quiero dejaros aquí un vídeo tiernísimo que llegó ayer a mi muro de Facebook. En él podemos comprobar que el bienestar y la felicidad de la criatura humana depende de algo mucho más grande que nuestra ciencia y nuestra tecnología. Nuestras criaturas para ser felices necesitan, ante todo, nuestro contacto y nuestra presencia como muestra inequívoca de nuestro AMOR. Nada puede ocupar el lugar del cuerpo amoroso de una madre o un padre o cualquier ser humano dispuesto a cuidar, cobijar, proteger y amar.

La ciencia y la tecnología nunca podrán reemplazar al amor.